La gran aportación de la ministra portavoz al momento crítico que vive el autogobierno de Cataluña es la sandez de hablar de “los y las catalanas”, y reiteradamente, para referirse a los catalanes. Si la ministra de Educación no sabe hablar castellano ¿qué cabe esperar de este Gobierno de la Nación?
Dijo, además, que “hacer oposición hoy es apoyar al Gobierno porque esta es una cuestión de Estado”. Tiene razón, pero… siempre que el Gobierno dialogara con la oposición sobre el camino por el que llevar a buen término la solución del conflicto. Y eso no se ha producido. El único diálogo que el doctor Sánchez está dispuesto a entablar es con el indecente que preside la sedición.
Y a propósito de dialogo, se preguntaba ayer mismo Felipe González, que de eso sabe bastante, si conduce a algo el diálogo con los independentistas cuando sólo les interesa hablar de la autodeterminación, sí o sí, y de la destrucción de la integridad territorial de España.
Pero el doctor Sánchez sigue instalado en ese oxímoron de razonar con sediciosos, cuando lo propio de un Presidente con conciencia de tal es llamar a la oposición y trenzar conjuntamente los puentes necesarios para ganar el envite Constitución en mano.
No lo hará; la soberbia es mala consejera en estos trances. Todo lo contrario; para hacer amigos entre los únicos que le pueden auxiliar, su portavoz soltó la siguiente sentencia: “las decisiones desmedidas tomadas en el pasado no pueden de ninguna manera condicionar las salidas de futuro”. Como, lamentablemente, decisiones en el pasado no hubo demasiadas cabe suponer que se refería a la aplicación del 155, decisión desmedida o no, de la que participó su jefe de filas, entonces en la oposición.
Concurso cicatero el suyo, por cierto, ya que su veto consolidó el minarete del independentismo que permanece alojado en la televisión pública catalana.
O sea que no están en mover ficha, “no se va a aplicará el 155 mientras no haya razones evidentes para aplicarlo, una cuestión que no se ha producido”, aclaró Celaá. El asalto al Parlament no es razón, los policías heridos no son personas, el asalto a las instituciones públicas es retórica… en fin, todo un puro dislate.
El ultimátum del indecente alojado en la Generalitat es lo único que ha provocado esta ridícula reacción del Gobierno. Comenzar a sentir el final de la aventura, sin votos para aprobar los Presupuestos o superar una moción de censura, les ha hecho reaccionar; tímidamente, con cuidadito para no enfurecer a la bestia y consejos amables: “el independentismo tiene que gobernar, no gesticular”, sentenció la ministra Celaá. ¿Habrase visto mayor trivialidad?
Miedo, miedo al frío que hace fuera; ese es el estado anímico de un Gobierno exclusivamente soportado por sus enemigos.