No soy compromisario ni milito en partido alguno, pero como ciudadano al corriente del pago de sus impuestos me asiste en derecho a expresar mi opinión sobre el futuro del centro derecha español.
Los populares enfrentan una encrucijada esta semana en la que se juegan su razón de ser. El partido, uno de los dos pilares básicos de nuestra democracia, no puede seguir marchando sobre la cuerda floja del pragmatismo como ha venido haciéndolo en los últimos años.
Sáenz de Santamaría ha sido la estrella principal del equipo de funambulistas organizado por el presidente Rajoy. Quizá haya pocas personalidades en la fauna política nacional con su talento y capacidad organizativa, pero el futuro del Partido Popular requiere un cambio difícil de conducir por quien pilotó la deriva que al cabo de seis años le ha sumido en la crisis actual.
La puesta a punto de un partido necesita el arrojo de quien se sienta libre de inercias y a salvo de hipotecas; de quien tenga la convicción y fuerza necesarias para reformular lo que fue cayendo en desuso por una praxis esterilizante durante años de gobierno. Y en mi opinión Casado cumple esas condiciones necesarias; el tiempo dirá si serán también suficientes.
La situación política de España, con el gobierno más débil de nuestra historia democrática, hipotecado a los golpistas del independentismo catalán y vasco, y a los antisistema del comunismo más rancio, no está para buenismo ni paños calientes.
Tampoco para la demagogia barata de quienes, faltos de responsabilidades de gobierno, piden la luna y las estrellas una a una. Está para afianzar una posición dialéctica clara, capaz de movilizar a la gran mayoría que asiste preocupada al proceso de desvertebración nacional y quebranto de valores cívicos.
De los dos concurrentes a la segunda fase de las primarias populares, Casado es quien reclama este tipo de política. Lo demás es lo de menos; la organización interna, los comités, etc., son cuestiones de ordinaria administración de las que, por cierto, Soraya sería una excelente responsable. Debería aceptar ese papel si fuera sincero el reclamo de unidad en que ha basado su campaña.
Este es tiempo de ideologías flexibles para adaptarse a realidades nuevas, pero han de estar ancladas en algún tipo de principios y valores si quieren ser relevantes para la sociedad que pretenden servir. Debatir sobre su alcance hasta articular un sistema ideal y cómo acercarlo a la realidad es el trabajo que el PP tiene por delante.
Casado ha querido comenzar a hacerlo desde las propias primarias, el rechazo de Sáenz de Santamaría lo ha postergado, como si sus conclusiones no fueran relevantes para la decisión que los compromisarios van a tomar.
Por eso, porque lo creo fundamental, yo votaría por Pablo Casado.