Sirvan de ejemplo las reacciones del portavoz de Rivera y de El País para demostrar el éxito del Congreso popular eligiendo a Pablo Casado presidente del partido. Para aquél nada ha cambiado, sigue el PP de la corrupción; para el diario, con el desembarco del Capitán Trueno vuelve la extrema derecha.
De todo puede pasar de aquí en adelante; el número de variables que operan en la recomposición del centroderecha español es demasiado elevado como para pronosticar el éxito de la operación. Pero la determinación con que se manifiesta el personaje es un dato tan novedoso en ese partido como para pensar que nada será como hasta ahora; que tras la apatía y el jugar con los tiempos se abre el capítulo de la acción. “Ni el pasado ha muerto ni está el mañana, ni el ayer escrito”, se adornó el flamante presidente citando a Machado ante los tres mil compromisarios.
El PP de Aznar y Rajoy necesitaba un dirigente joven y sin complejos, con la independencia precisa para hablar sin cortarse un pelo de lo que piensa, y parece que lo que piensa es lo que añoraban los electores de sus mayorías.
La defensa de la Constitución y la unidad de España, primar la lista más votada, rebajar y suprimir la duplicidad de impuestos, digitalizar la administración, defender la educación concertada, proteger el estado de bienestar, favorecer la natalidad y la conciliación familiar, dar respuesta a los problemas del agua y cambio climático, reforzar el atlantismo y el papel de España en el Mediterráneo, y liderar la llamada cuarta revolución industrial son el decálogo enunciado por Pablo Casado como eje vertebrador de su “Contrato con España”. Tacharlo de radicalismo derechista es una estupidez.
La descalificación a cargo de los rivales políticos enmascara el temor ante la inminente sacudida del tablero de juego. Han vivido los últimos años nutriéndose del desencanto producido por un gobierno enfrascado en la conquista de El Dorado. En esa empresa, la economía y el empleo, perdió sus señas de identidad y con ellas, algunos millones de apoyos.
Los compromisarios en el Congreso popular han demostrado que la tecnocracia está bien para saldar las cuentas que dejan los arbitristas, pero nada más; por eso cayó Soraya y por eso aclamaron la reivindicación de la política que hizo Casado.
Estamos ante un marco sin precedentes; los tiempos que vienen tienen poco que ver con los orígenes de la transición. Probablemente los populares vuelvan a dominar el centro derecha reduciendo a Ciudadanos a la condición de bisagra nacional desde su fortaleza en Cataluña. Pero la gran diferencia está en la fragmentación de la izquierda política.
El socialismo ha perdido las señas de identidad que le imprimió González. De aquella refundación del viejo partido de Iglesias, pero también de Largo Caballero, del 34 en Asturias y del frente popular del 36, poco queda. Pero gracias a ella el PSOE fue un factor de integración nacional que lideró la izquierda política para converger en el consenso constitucional.
Hoy, víctima de la ambición personal de su mandamás, renuncia a lo mejor de aquella puesta al día y así, caso singular, en las últimas elecciones viene perdiendo más votos que un gobierno desfondado. Por su izquierda ha crecido un comunismo populista hasta niveles nunca registrados, y en derredor revolotea una diversa pléyade anti sistémica.
No son éstos, pilares del gobierno actual, los mejores ingredientes para poner al día nada sustancial. Bastará con despejar el pasado de buscones y volver a mirar al frente para seguir construyendo un futuro mejor, como hicimos en el 78.
Quien presidió aquel proceso escribió algunos años después: «En la Histotria de mi país, viviéndola y haciéndola, he recibido la ratificación de una idea esencial: que el futuro, lejos de estar decidido, es siempre reino de la libertad; abierto e inseguro, aunque previsible por los análisis de las condiciones estructurales y las fuerzas operantes en la sociedad que vivimos. Entre ellas se cuenta, como motor esencial, la voluntad libre de los hombres que han de protagonizar la Historia«. (Adolfo Suárez)
Por ahí va el reto del joven Casado.