Cambiarán los factores pero el producto seguirá siendo el mismo. Lo dicen las matemáticas, y si las encuestas se cumplieran, el nuevo Congreso resultaría tan fraccionado o más que el actual. Seguramente los votos se repartirían de otra forma, pero ¿el cambio sería suficiente para salir de la crisis actual?
Hay un dato cierto, la corrupción va a seguir golpeando sin piedad; PP y PSOE tienen cuentas pendientes en los tribunales que volverán a causar el mismo remezón que la primera sentencia Gürtel. Rajoy no puede seguir escundándose tras la gobernabilidad; el argumento está desgastado, por usado y porque las consecuencias están a la vista en el caos reinante. Lo del viejo chiste del semanario “Hermano Lobo”:
– “O nosotros o el caos”, espeta el mandamás desde la tribuna.
– “¡El caos, el caos!”, clama el público.
– “Es igual, también somos nosotros”, responde el preboste.
No estamos ante una crisis provocada por la corrupción, ahora juzgada al cabo de un decenio. La sentencia última ha sido un pretexto para hacer saltar por los aires el statu quo partidario. La crisis política abierta lo es de todo un sistema cuyas raíces más hondas resultaron dañadas por la crisis financiero-económica pasada.
Estamos sumidos en una crisis de confianza, y no sólo en el PP sino en todo un sistema que no se muestra capaz de dar respuestas suficientes a las demandas de la opinión pública. De ella emergen movimientos que aprovechan tanto los descontentos como la debilidad de las instituciones.
La crisis del año 29 del pasado siglo no fue ajena a la floración de los nacionalismos fascistas en la Europa de los años 30. Aquello tuvo otra escala, pero sus consecuencias, provocadas por una demagogia de efectos alucinógenos, son similares a lo que ahora estamos viviendo.
La explosión secesionista en Cataluña se origina por la debilidad institucional, el populismo radical alentado por la crisis económica y el descubrimiento del 3% con que corrompieron aquel subsistema.
Resulta difícil imaginar que los partidarios de la sedición que resulten electos en unas elecciones próximas vayan a colaborar al restablecimiento de la legalidad y del sentido común. Su anunciada adhesión a la moción de censura instada por Sánchez es suficientemente significativa.
La petición de una convocatoria electoral inmediata para salir del laberinto no parece demasiado pertinente, por autorizadas que sean algunas tribunas manifestadas en ese sentido. En mi opinión tendría más sentido un acuerdo formal que dé cauce a un gobierno fuerte, nuevo, con un presidente libre de toda sospecha, minoritario o de coalición, pero en todo caso comprometido con un programa común centrado en los intereses generales de los españoles.
¿Imposible? No más que pretender resolver el sudoku nacional con unas elecciones urgidas por intereses parciales.