Lo de Marta Rovira no es precisamente la solidaridad. Al proscribirse señaló al juez Llarena el camino que habrían de seguir sus compañeros de sedición. El riesgo de fuga es una de las claves para mantener en prisión preventiva a acusados de graves delitos. La número dos de Esquerra Republicana ayer apuntilló a su jefe Junqueras, encarcelado desde el dos de noviembre. Su escapada a Ginebra es uno de los episodios más vergonzosos de eso que llaman Procés.
No debe de tenerlas todas consigo cuando en la carta que deja, como los suicidas al juez, escribe “no dejéis que el rencor se apodere de vosotros.” ¿Rencor contra ella misma por abandonar a sus compañeros de lucha? Y sigue secretaria general de ERC citando la carta que le envió su presidente Oriol: «En estos días que vendrán, hay que estar fuertes y unidos. Transformar la indignación en coraje y perseverancia. La rabia, en amor. Piense siempre en los demás. En lo que tenemos que rehacer. Persiste porque yo persistiré.” Habrase visto…
Si el payasito de Waterloo conserva algún reflejo humano, además de la mueca sonriente que saca ante las cámaras, ayer debió de quedar estupefacto al enterarse de la fuga de aquella ardorosa republicana que puso pies en pared de su despacho presidencial. ¡Tiempos aquellos!
Cuando Puigdemont anunciaba al grupo parlamentario sedicioso que iba a convocar elecciones, tras pactarlo con los convergentes, Rovira se levantó indignada ante tamaña traición al procés para exigirle que se dejara de coñas y proclamara unilateralmente la independencia.
Y hoy, en Ginebra. Héroes de nuestro tiempo…
El soberanismo vivirá este fin de semana revueltas callejeras, pero ya no tendrá quien le escriba. Las tropelías acumuladas en estos dos últimos años son excesivas, incluso para una sociedad que miraba como cosa natural esquilmar fondos públicos, para preparar un golpe de estado o simplemente para el bolsillo.
Torrent se ha cubierto de oprobio al proponer ayer a la cámara catalana la candidatura de Turull a Molt Honorable, sabiendo que hoy entraría en prisión, como tantos más a la espera del enjuiciamiento formal de sus actos.
Lo que tiene el golpismo, que de eso estamos hablando, es que sus agentes han de permanecer siempre a buen recaudo. Más que nada porque constituyen un peligro para la sociedad. Los sueños redentores, como la búsqueda del santo grial, están bien en los libros de aventuras; tratar de ponerlos en práctica es lo más parecido a la pelea de don Alonso Quijano con los molinos del viento. Y ya se sabe cómo acabó el buen Quijote, confesando en su lecho de muerte:
-Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería, ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído, ya, por misericordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino.
Nunca es tarde para aprender… ¿o tal vez sí?