Aunque suele aparecer rodeada de un halo de misterio que a muchos despista sobre sus reales propósitos, Ada Colau tiene de hada tanto como la Peyton Flanders que interpretaba Rebecca De Mornay en La mano que mece la cuna, película de terror donde las haya. O sea, en el fondo, nada.
Ella es el recambio de los separatistas oficiales, hoy enredados en sus propias trampas; la alternativa que crece lenta pero firme, sin competencia dentro del frente sedicioso, partido entre prisioneros preventivos y fugados del país.
Colau minó el campo para evitar la entrada de la Agencia Europea del Medicamento. Desde que se sentó en el sillón del Ayuntamiento, frente por frente de la Generalitat, no dejó de poner obstáculos al desarrollo de las potencialidades de su ciudad. El freno a la instalación de nuevos hoteles o las tasas al turismo son indicios de lo que interesa a la madre de la plataforma contra las hipotecas, y de los movimientos okupa y antiglobalización barceloneses.
Por si no bastara su aversión al desarrollo de la capital catalana, lo de la investigación médica tampoco debía de entrar en sus planes cuando tiene un equipo municipal trabajando en su programa de desmedicalización. Realmente, en la imposición de terapias alternativas a los medicamentos la AEM no pinta absolutamente nada.
Pero todo esto no obsta para que, dos días antes de la decisión de la UE sobre la Agencia, hiciera como que se interesaba por el asunto, ofreciéndose, aunque sólo un poquito, a acudir a Bruselas para asistir a una eventual concesión, y dejara firmados media docena de artículos presumiendo del ¿triunfo?
Así es el hada Colau, capaz de decir al día siguiente del fracaso que ni la DUI ni el 155 han ayudado, pero menos ayudará que unos echen la culpa sobre otros. No habiendo dado un palo al agua, tiene el arrojo de felicitar a la ministra de Sanidad, al exconsejero de la Generalidad, al concejal correspondiente y a la sociedad civil barcelonesa por el buen trabajo hecho. Y sin mover una pestaña.
No es independentista, pero sí; podemita, pero quién sabe; es todo lo preciso para haberse calzado la alcaldía con tan sólo 11 de los 41 concejales que forman el consistorio.
Cuánto le dure la aventura depende ahora de los socialistas. Gracias a ellos sumó la mayoría necesaria para gobernar el municipio, pero gracias también al respaldo del PSOE al 155 su movimiento, En Comú, ha roto el pacto con el PSC ¡sin que en público ella haya dicho una palabra!
Iglesias Turrión, el pobre náufrago que ante el 21-D se ha agarrado a la Colau como último flotador disponible, acabará sufriendo las consecuencias de lo poco que le importa a este singular personaje liberarse de todo cuanto le impida cruzar la plaza de Sant Jaume para ascender hasta el trono de la Generalitat. Al tiempo.