En el conflicto abierto por los separatistas catalanes entre demócratas y golpistas ambas partes han pecado de una ingenuidad difícilmente explicable entre políticos avezados. Parece como que los demócratas no hubieran sabido evaluar hasta dónde podrían llegar en su desvarío los responsables del gobierno autonómico. Éstos, por su parte, demostraron ayer que no tenían prevista la drástica reacción del Gobierno, amparado por la mayoría del arco parlamentario, para reponer la legalidad y los usos democráticos en aquella comunidad.
Rajoy, al explicar las razones y alcance de las medidas previstas en la activación del artículo 155 de la Constitución, justificó la dilación del proceso, ya iniciado en el Senado, alegando prudencia. Dijo que ofreció ocasiones y tiempo sobrados para que Puigdemont parara el carro en el que se había embarcado con Forcadell y Junqueras en el pescante; vana ilusión de que algo semejante llegara a suceder una vez doblada la esquina de la legalidad.
No es menos cierto que decisión como la ayer adoptada por el Consejo requería el concurso explícito del resto de las fuerzas democráticas; claro desde un principio por parte de Ciudadanos, segunda fuerza política en el Parlament, pero no tanto en el caso del PSOE, en cuya franquicia catalana conviven las almas socialista y nacionalista.
Llevar a Sánchez hasta donde el partido que más años ha gobernado la democracia española tiene que estar, sí que ha requerido algún tiempo; el necesario para que el avanzado estado de descomposición a que llegó la democracia en Cataluña provocara el clamor nacional que refrendó la intervención del Jefe del Estado y ratifican los millones de banderas nacionales que en toda España están perpetuando la magna manifestación que recorrió las calles barcelonesas.
En cuanto a los golpistas, su reacción a la puesta en marcha del proceso abierto para restaurar la convivencia democrática en aquella región prueba que no lo tenían previsto. Las presidencias de la cámara y gobierno autonómicos han hecho poco más que llorar por la leche derramada.
Con las falacias que vienen urdiendo el golpe se quejan de que ahora son ellos las víctimas de un golpe. Anuncian un pleno del Parlament para no dicen qué, cuando a estas alturas ya no cabe nada que ocultar. O declaran la república independiente o convocan elecciones constituyentes; o ambas cosas a la vez, pero siempre será con los votos de la mitad y pico de la cámara. Es decir, ciscándose en sus propias normas. Y en todo caso, inútil huida hacia delante frente al 155.
Vendrán momentos duros, es el precio de restaurar la normalidad violada por los golpistas, separatistas o populistas, que lo mismo da. Pero sólo la Ley con toda su fuerza reabrirá puertas y ventanas para que en ese rincón de España florezca la concordia y las personas vuelvan a convivir en libertad.