Con su segunda respuesta a los requerimientos del Gobierno de la Nación, el President ha comenzado a suicidarse soñando tal vez que en la Historia de los libertadores su inmolación elevará su figura por encima de las de Macià y Companys, hasta quedar emparejada con Bolívar y Mandela.
¿Libertador? Su actitud entronca mejor con la de los numantinos que antes de rendirse a los romanos optaron por la destrucción de la ciudad y el suicidio. De aquello hace veintitrés siglos nada menos, pero los genes hispánicos siguen tan vivos como entonces en la mismísima Cataluña.
Algo ancestral pesa sobre esta porción de la Marca Hispánica medieval cuando sus últimos dirigentes acaban dilapidando la honorabilidad que predica su tratamiento. Los Molt honorables Pujol y Mas perdieron su título protocolario a manos de la Justicia, como Puigdemont está a punto de sufrir. Extraño atavismo sin duda inducido por la ideología nacionalista que afincó en la burguesía catalana tras la Renaixença tardo romántica de finales del siglo XIX.
Siguiendo las pautas de la resistencia numantina, dinamitando las instituciones autonómicas el actual President ya ha cumplido la primera fase del término de su aventura. La Ley del Estatut fue quebrantada en la primera semana de septiembre, el Parlament ha cerrado sus puertas y el Govern no administra ni preserva los derechos e intereses de los ciudadanos. La inseguridad jurídica que todo ello comporta ha destruido su tejido empresarial.
Ya sólo resta el suicidio, político en este caso, al que parece abocado tras hacer oídos sordos a los ofrecimientos hechos desde el Gobierno y partidos de la oposición; ni practicará en el Congreso de los Diputados el dialogo que reclama, ni convocará las elecciones que darían paso a un nuevo Parlament.
Las respuestas a los dos emplazamientos recibidos muestran un sólo afán: la exhibición ante estrambóticos agentes externos un victimismo ridículo por falsario. La segunda hoy ha tenido el acuse de recibo que merece: el Estado se hará cargo de restaurar el autogobierno de aquella región malversado por sus dirigentes.
El suicidio político no tiene dignidad alguna. Urge restaurar la honorabilidad.