En una especie del más difícil todavía, el gobierno autonómico de Aragón pone en marcha su propia academia de la lengua. El aragonés y el catalán serán declarados idiomas oficiales de la región. La ocurrencia es producto natural de la creación de una Dirección de Política Lingüística en el gobierno socialista de la región que, con el apoyo de la Chunta, Podemos e IU, ha dotado con más de medio millón de euros anuales. ¿Será por dinero?
Una muestra más de la necesidad de tipificar el despilfarro como una de las formas de la corrupción que tiene boquiabierto al personal. Del largo medio millón, concretamente 583.000 euros de los aragoneses, 353.000 van destinados a pagar personal; excelente inversión para crear una académica institución… de amiguetes en una región que contabilizaba ochenta mil parados el pasado mes.
A la vista de este dato, al gobierno de Lambán no se le ha ocurrido cosa mejor que resucitar el fallido propósito de reabrir el proyecto bicéfalo que su conmilitón Marcelino Iglesias puso en marcha cuando el PSOE gobernaba la autonomía: la Academia Aragonesa de la Lengua y la Academia Aragonesa del Catalán. La iniciativa quedó arrumbada tras el acceso al poder regional de la popular Rudí que, por poner cierto orden sobre el tema, consiguió aprobar en 2013 la “Ley de uso y promoción de las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón”.
Vano esfuerzo racionalizador. Aragón se encamina a aprobar lo que sería su tercera ley de lenguas en ocho años, además de ofrendar al nacionalismo catalán –una lengua, una nación, un Estado- motivos para reclamar parte de su propio territorio.
¿No es un brillante ejemplo del interés que sus llamados responsables políticos muestran por las necesidades reales de sus conciudadanos? ¿Y no es de lamentar cómo éstos miran hacia otro lado cuando sus representantes se enzarzan en simplezas ajenas a sus intereses reales?
Quizá algún día alguien estudie la razón por la cual algunas regiones españolas tratan de emular lo peor que se da entre sus congéneres, y no se aplican a seguir las políticas con que progresan las mejor administradas.