“We need more Timber!” se desgañitaba Groucho al mando de una locomotora desenfrenada cuya caldera devoraba sin piedad los vagones del convoy. Hoy son los sediciosos catalanes quienes reclaman más madera con que alimentar la pira a la que ellos mismos se han atado prestos a achicharrarse para entrar en el martirologio nacionalista.
Más madera, y el Parlament reclama la presencia de la Vicepresidenta para que explique lo que llaman “la operación Cataluña”.
Sueñan que sus hazañas serán objeto de veneración y sus nombres pasarán a la pequeña historia unidos a los de otros golpistas como los jefes de Esquerra Republicana en los años 30. Maciá proclamó por su cuenta el Estat Catalá el mismísimo 14 de abril del 31. Duró lo que unas conversaciones con tres ministros enviados por el Gobierno que estrenaba la segunda república.
Companys, el propio presidente de la Generalitat recreada por el Estatuto nacido del compromiso con Maciá, volvió a proclamar tres años después el Estat Catalá, y llamó a la población a defender su independencia. El golpe de Estado duró veinticuatro horas; el otro golpe simultáneo, la revolución de Asturias que aventaron los socialistas, además de vidas costó más tiempo.
La democracia es la sumisión de todos los poderes a la Ley, recordaba esta mañana el fiscal Moreno en la última sesión del juicio sobre la actuación de Homs. La Ley es la clave del Estado de Derecho. Frente a principios tan sencillos, los sediciosos encausados exhiben una pobreza política sólo equiparable a su cobardía para afrontar la realidad de los hechos. ¿Mártires en ciernes o simples victimistas arropados tras la excusa de su ignorancia?
Lamentable; resulta penoso comprobar lo chicos que se hacen ante la Ley personajes dedicados al servicio público, es decir, a la defensa de los principios que informan el Estado de Derecho; o sea, a aprovechar sus talentos en beneficio de la convivencia en una sociedad libre, de las personas.
Y ridículo; el victimismo de Homs, Mas y demás no es propio de nuestras circunstancias ni de nuestro tiempo. Por mucha madera que le echen a la hoguera prendida, cargar con la condena que buscan antes de que les toque la pedrea del 3% no garantiza la entrada en ninguna tierra prometida.
Claro que tampoco está claro que los kamikazes yihadistas suban directos hasta el séptimo cielo de la Yanna.