La almendra del programa de Susana Díaz para el PSOE : gobernar desde la victoria.
Cuatro palabras para borrar del tablero las simplezas de Sánchez, “sí es sí”, y sus ansias de un poder que sólo conseguiría subiéndose a los hombros de Iglesias y su extraña parroquia. El perdedor nato acabará perdiendo hasta el carnet de su partido. No parece sencillo su acomodo después de tantos platos rotos.
Dice Díaz que quiere organizar el viejo partido para ganar, para ganar al PP, naturalmente, y a los demás sobretodo. No volverán a sentir aquel temor del sobrepaso que hace año y medio extendió el ventilador de las redes sociales. Y saldríamos ganando si el bipartidismo, todo lo imperfecto que quieran los españoles, volviera a instalarse en el gobernalle del país.
Los populares arrastran la pesada carga de las malas compañías, y tienen para rato; los socialistas apecharán con las consecuencias de dos décadas y pico de gobierno sin control en Andalucía, precisamente la tierra de su futura líder. Pero, por encima de tantas vergüenzas, este país marchará adelante si cada uno de ellos cumple el papel que le corresponde.
Los populares lo han venido haciendo con la torpeza propia de las inercias de un partido conservador que ha olvidado su dimensión liberal, pero siguen controlando su territorio natural, apenas mordido por la irrupción del partido de Rivera.
Sin embargo los socialistas han perdido demasiado terreno como consecuencia de un penoso ejercicio del poder, lo tuvieron hasta hace seis años, y de la crisis de identidad que sufre la socialdemocracia en casi todo el mundo. El torpe manejo del partido durante el mandato de Sánchez acabó por volar sus señas de identidad. Recuperarlas es el gran desafío que Díaz ha de afrontar.
Y de las diferencias y disputas que siempre mantendrán socialistas y populares este país saldrá adelante siempre que entre ambos vuelva a instalarse la lealtad.
Lo demás seguirá su curso, los podemitas encharcando el ruedo, los nacionalistas estorbando y los ciudadanos pues quién lo sabe; cualquier cosa. Como ahora en Murcia; entre Escila y Caribdis, por el medio hacia ninguna parte. Anda que la bobada de Arrimadas –“qué sabrá el presidente de Murcia para que hasta Rajoy le proteja”-. Con perdón, calladita estaría más mona, al menos hasta que hable la Justicia ¿no?