Mas, así sin diéresis, es de esos políticos perdedores que no se resisten a seguir haciendo el indio. Su visita al colega Ibarreche, otra lumbrera en el arte de perder papeles, es lo más propio que ha hecho últimamente; cada oveja con su pareja. El tercer encuentro está por caer y ¿quién en mejor posición que Sánchez para arrancar unos planos en los telediarios?
Al socialista, otro recordman en eso del perder, ese encuentro sería la escalera que le falta para quedar colgado de la lámpara. Y en una de esas ¿por qué no juntarse todos ellos con el Robespierre de la coleta? Él es el único ganador y siempre está presto a apoyar cualquier cosa que pueda servirle para romper el sistema de libertades del que vive.
Pero en fin, entre tanto parece que la matraca catalana comienza a sonar de otra manera. La filtración del encuentro reciente entre Rajoy y Puigdemont coloca algunas cosas en su sitio. Por ejemplo, que no hay tantas puertas cerradas como parece.
La noticia desvelada en el diario de la burguesía catalana puso de los nervios a la propia portavoz de Generalitat. La señora Munté, Neus de nombre, o sea Nieves, negó hace un par de días: “no ha habido reuniones secretas”. El mismísimo Puigdemont hizo lo propio desde Narbona, donde estaba haciendo país. Mientras que Rajoy tiró de sabiduría galaica al explicar: “si hubiera reuniones discretas o secretas no lo iba a contar yo porque dejarían de ser discretas o secretas”.
Que la comida del día 11 no colmara de satisfacción a los interlocutores no es tan relevante como el hecho de constatar que el sentido común está comenzado a aparecer. No precisamente revestido de acuerdos concretos, pero sí en cuanto al procedimiento para poder comenzar a desbrozar el patatal sembrado por los secesionistas de todo pelo, rojos, burgueses y mediopensionistas. La discreción; ahí está la clave.
La opinión pública navega sobre tópicos y otras cuestiones que las modas imponen de tiempo en tiempo. La transparencia es una de ellas, como las primarias como método de elección del mejor candidato –Trump allá, Sánchez acá…-. La transparencia es consecuencia de la democracia, no su origen. Pocas democracias nacieron en convenciones que no fueran guiadas por los responsables que previamente trabajaron discretamente con el fin de acordar sus fundamentos constitucionales.
De momento estamos en los escarceos iniciales. Los secesionistas dicen que sólo quieren hablar de lo de ellos, o sea lo suyo, mientras que Rajoy insiste en la soberanía nacional, o sea la igualdad de todos: “los siete millones de españoles de Cataluña son iguales que los del resto de España”.
Y así pasarán algunos meses, tal vez no tantos, ojalá que discretamente.