Esquilache

Resistiéndose al progreso

Resistiéndose al progreso

Érase una vez… Marzo de 1766, un hombre ilustrado cae víctima de la incuria nacional por querer limpiar Madrid. Estrechas callejuelas tan escasas de alumbrado como ricas en detritus -¡agua va! anunciaba el vecindario arrojando desde sus ventanas el contenido de pucheros, jofainas y orinales- eran paradigma de la inseguridad física y sanitaria.

No era tan singular el caso de la capital española, París o Londres no andaban demasiado lejos, pero cinco años antes había llegado de Nápoles un Rey dispuesto a cambiar la situación para hacer de éste un país moderno; sencillamente moderno, es decir, a la hora de los tiempos. Con o frente a la voluntad de sus habitantes, como ejemplar representante del despotismo ilustrado junto a los centroeuropeos José II y Federico el Grande o la rusa Catalina II.

Carlos III se trajo de Nápoles a un valioso colaborador en aquel reino reconquistado para la Corona española por su padre Felipe V, y que gobernó veinticinco años antes de regresar a España. Leopoldo de Gregorio, hombre de origen humilde y al cabo de años nombrado marqués de Esquilache, fue el primer ariete reformista del reinado.

El título de “El mejor alcalde de Madrid”, con que se recuerda a Carlos III mucho debe a la creación del alcantarillado, reforma de las calles y su iluminación nocturna…y otras obras emprendidas por su ministro de Hacienda, y más tarde de la Guerra y de Justicia también.

Pero el afán de Esquilache por dejar una capital segura fue más allá del establecimiento de una guardia de seguridad nocturna; trató de impedir la posibilidad de llevar armas y el anonimato decretando el recorte de los capotes y el uso del sombrero de ala ancha: “Usen precisamente capa corta (que a lo menos les falta una cuarta para llegar al suelo) y sobrero de tres picos de forma que de ningún modo vayan embozados ni oculten el rostro”.

La cosa acabó en motín, aunque no tanto por el blandir de tijeras como por el precio del pan, pero ¿cómo no recordar la reforma de aquellas vestimentas que podían albergar mosquetones o espadas entonces, como ahora mochilas y otras artes permiten al terrorista penetrar en un recinto armado de bombas y fusiles ametralladores?

La masacre de la sala de fiestas de Estambul, como la que hace dos años sufrió Paris, y tantas otras podrían mañana aterrorizar al mundo por doquier, está pidiendo imaginación, y la determinación, con que actuó Esquilache. Desde los jesuitas hasta los Alba, los poderes fácticos de entonces provocaron su destierro, el pan siguió tan caro por la liberalización del precio del trigo pero quedó abierto el camino de las reformas.

Y hombres como Aranda, Floridablanca, Campomanes y Jovellanos pudieron hacer de aquel reinado un oasis de progreso en nuestra Historia, 1759-1788. Un año después en Francia estallaba la Revolución.

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Posted lunes, enero 2nd, 2017 under Política.

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