Las crisis y las carencias educativas han generado una tropa de rufianes mantenidos por el sistema de libertades en que vivimos.
Son sujetos que subsisten en la esquizofrenia de dos principios aparentemente antagónicos pero que resuelven sin mayor problema: el primero, cuanto peor, mejor; el segundo, cuanto mejor, peor.
Así es como son Iglesias, Echenique, Errejón, Bescansa y demás lumbreras podemitas; todos ellos mantenidos –DRAE: persona adulta que vive del trabajo de otra– por las instituciones que tratan de reventar.
Por ello no sorprende su desplante ante la efeméride constitucional. Lo vienen haciendo a diario cuando se revisten con la estrafalaria indumentaria que han convertido en uniforme y seña de identidad; cuando interpretan la pantomima revolucionaria del puño enhiesto y el beso en los morros; o simplemente cada vez que hablan.
Debe de ser muy triste, frustrante, estar pendientes de joder cuanto tienen a su alcance, desde el tráfico de Madrid hasta el turismo en Barcelona, en la seguridad de que cuanto peor esté todo mejor resulta para sus propósitos. Es el cuanto peor, mejor que da fuerza a los rufianes –DRAE: persona sin honor, perversa, despreciable– para atentar contra la convivencia de sus semejantes sin mayores complejos.
Para esta impresentable casta lo peor es que las cosas vayan a mejor, por lo que tampoco habrá de extrañarse al verles redoblar sus aspavientos ante el encauzamiento en ciernes de la vida política nacional. Cuando la centralidad gana peso los extremos lo pierden, sobremanera los más excéntricos. Cuanto mayor sea la inteligencia entre populares y socialistas peor pintarán las cosas para quienes han crecido al amparo del descrédito de la democracia representativa.
No es la mejor señal sobre la salud de nuestro sistema que más de medio centenar de representantes se aísle del resto a la hora de concelebrar los treinta y ocho años de vigencia de un sistema de libertades como nunca vivió la Nación. Pero qué le vamos a hacer si se empeñan en rendir culto a las últimas dictaduras; o al frente popular aquí instaurado en el año 36 del pasado siglo, algo hoy tan extravagante como rememorar el golpe de estado con que fue replicado.
Lo cierto es que el 6 de diciembre de 1978 España apostó por la concordia, las libertades y el progreso, y eso merece el brindis de todos los bien nacidos.