En los poemas se entiende por verso suelto el que rompe la secuencia de la rima que desarrolla una estrofa. En el PP eso ha venido siendo Aznar, hasta hoy su presidente de honor. Y ha hecho bien reconociendo su situación. Seguirá en la estrofa pero como verso de base.
No deja de ser significativo que la retirada de personajes relevantes entre los populares se venga produciendo por la puerta derecha. Algunos trataron de restaurar las esencias del conservadurismo político montando un nuevo partido, con el escaso éxito contrastado en el caso de Vox.
Más avisados sobre el enteco porvenir de ese tipo de iniciativas, otros se limitan a salir del primer plano para defender sus posiciones, siempre conservadoras de las esencias fundacionales, movilizando tendencias con la esperanza de que el paso del tiempo devuelva las aguas a su cauce.
Pero el caso del hasta ahora presidente de honor del partido es singular, como corresponde al refundador que todo lo fue. En la carta que ayer envió a Rajoy comienza recordando a su sucesor que fue Presidente del Gobierno durante 8 años, y militante desde hace 38; de ellos, 14 como presidente nacional del partido y otros tantos presidente de honor. No va más.
Y ahora, al fin, cierra el bucle públicamente iniciado hace cerca de dos años y mantenido durante este tiempo por diversas terminales acogidas en torno a la Fundación FAES que él mismo creó siendo presidente de la Junta de Castilla y León gracias al voto del CDS.
Resulta difícil dilucidar cuánto hay de diferencias ideológicas y cuánto de resentimiento por el dramático final de su Gobierno, 193 muertos por el atentado yihadista del 11 de marzo de 2004. Los errores en el manejo de aquella crisis agravaron el descontento previo provocado por su posición en la guerra de Irak, y los socialistas se hicieron con el Gobierno. No tuvo ocasión de ver reconocida una gestión que gracias a reformas liberales en materia económica eliminó el déficit público, redujo la tasa de paro hasta el 11%, el país creció en torno al 2,5% y España fue partícipe del establecimiento del euro.
En las críticas vertidas por el presidente de honor sobre el desempeño de su sucesor ha primado este segundo ingrediente. Antes que recetas o consejos, que sería lo propio del caso y más presidiendo una fundación de pensamiento político, ha emitido reproches. Hace año y medio fue la acusación de falta de liderazgo, la pasada semana, haberse plegado a la política de los sediciosos catalanistas.
Pero no menores son las discrepancias de corte ideológico entre el liberal-conservadurismo que anima el círculo de Aznar y el pragmatismo liberal-socialdemócrata que practica el Gobierno Rajoy. Más que de severas reflexiones sociopolíticas, las diferencias entre ambos seguramente sean consecuencia de las circunstancias que han acompañado a uno y otro personaje. Talantes aparte, naturalmente.
En cualquier caso, la cuestión es menos relevante que la posible repercusión que pueda tener el apoyo del PSOE al PNV en su proposición de Ley para recortar facultades al Tribunal Constitucional. La vuelta atrás de los socialistas en la restauración del recurso previo de inconstitucionalidad, ya acordada con los populares, no es una buena noticia. Y suprimir de la Ley vigente la inhabilitación del cargo público que no acate sus sentencias habrá sido celebrado por todo lo alto por Forcadell y amigos.