Menudo es el gallego como para tener un lapsus de esa naturaleza. De lapsus hablaron comentaristas y demás exégetas, vicepresidenta Soraya incluida, ante las palabras de Rajoy en una cena de partidarios; “hasta dentro de muy poco y ya preparando las próximas elecciones”. No se les ocurre pensar que con la aritmética parlamentaria que le tiene en un sin vivir el presidente del Gobierno necesita tener a punto los resortes de su partido por si el reciente afán negociador tropezara con la muralla del “no es no” en versión digital.
Y tener a punto significa exactamente eso, que en cualquier momento pueda proponer la disolución del Congreso “bajo su exclusiva responsabilidad”, como dice la Constitución. Es decir, y sin ir más lejos, si no cuenta con los votos necesarios para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. ¿Algún partido está hoy en condiciones de ir a unas elecciones?
La respuesta es clara: no, lo cual no impide que pudieran llegar a ponerse de acuerdo para aprobar una moción de censura. Difícil parece encontrar un candidato de consenso dentro de ese corral, pero tampoco era predecible que el Real Madrid gane torneos y partidos gracias al testarazo de Ramos en el último minuto.
En todo caso la prudencia, virtud quizá cultivada en exceso por Rajoy, le obliga a disponer de la capacidad de adelantarse a una maniobra de ese tipo porque escrito está que la disolución no podrá plantearse cuando esté en trámite una moción de censura. Y la vicepresidenta está en su papel distrayendo la atención del personal…
El gallego dejó caer el reto de las “próximas elecciones” con la misma picardía que la dama su pañuelo al galán que le interesa seducir; a los socialistas en este caso. La responsabilidad que su gestora está demostrando se ve en alguna ocasión nublada por sobreactuaciones quizá convenientes para templar gaitas en el interior del partido. Pero votar, una a una, proposiciones en favor de la derogación de las leyes reformistas de la pasada legislatura no es serio.
Un diario nacional exculpaba hoy tal empeño porque, decía, las leyes fueron aprobadas por el PP en solitario. ¿No habrán sido aprobadas por el Congreso de los Diputados, más allá de que el PP representara en él a la mayoría de los españoles? Resulta desolador comprobar el desprecio que sufren las leyes y, en general, la democracia representativa.
Que el PSOE se unza a ese carro no le reportará beneficio alguno. Todo indica que en su seno las cartas ya están repartidas, y farolear de progre no arredrará los impulsos asamblearios de Sánchez, que tampoco parecen excesivamente preocupantes. En lo que debe afanarse es en desmontar el lastre que impide la puesta a punto de la socialdemocracia nacional.
Nada peor para ello que seguir pisando las huellas impresas por los dos últimos secretarios generales del partido y votar de consuno con sediciosos y neocomunistas. Sigan el cantar de Machado haciendo camino al andar: “al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.
Con la tropa de Iglesias, ni a heredar.