Leo en Washington, a dos manzanas de la Casa Blanca, “los diputados del PSC harán lo que diga el PSC”. Díjolo Iceta y punto redondo.
Aún no se ha oído una voz interna que reclame un poco de seriedad en el trance que vive el PSOE. El partido está siendo víctima del mismo síndrome que mantiene silente a la mayoría de la sociedad española ante las tropelías de los sediciosos, llámense podemitas o separatistas. La mayoría silenciosa…
Así es como se ha podemizado buena parte de la base socialista, de la militancia tras la que se escudaba Sánchez, aquel tertuliano de 24 Horas que se alzó hasta la cúspide del partido para socavar sus cimientos a mayor gloria personal.
Mientras el partido de la socialdemocracia no corte la deriva asamblearia que le está llevando hasta las fronteras de la marginalidad en las grandes ciudades su situación no tendrá remedio, y los sectores más dinámicos de la sociedad le darán masivamente la espalda.
La renuncia a los resultados de las elecciones internas, desde las agrupaciones locales hasta el comité federal, es el síntoma del cáncer populista-asambleario que ha comenzado a morder las entrañas del viejo partido centenario. Decisiones de la cúpula como la destitución de un responsable regional en contra de sus electores, caso de Gómez en Madrid, atenta contra el sistema representativo al quebrar la legitimidad del proceso electoral interno.
El respeto por los procedimientos y normas establecidas es la clave que mantiene el arco de las democracias. Ese es el abismo que las separa de los regímenes atrabiliarios, de los mesianismos, de las dictaduras.
Nadie dijo que fuera camino fácil de recorrer sin peligro de vuelta atrás. Vivir en democracia requiere la participación de todos, única forma de discernir en las urnas quiénes son más, que no suelen ser quienes más alto chillan. Iceta y el alcalde de no sé dónde pueden meter más ruido que el militante que asiste atónito a la pelea de gallos que se libra en su propio patio, pero de su ruptura no saldrá nada bueno.
Sánchez puede estar muñendo bajo cuerda una asamblea de la que saldrá ganador quien más alto chifle. Primarias o Congreso, que para el caso es igual, serán el altar en que acabarán sacrificados los intereses de la mayoría de la militancia, de sus electores y, por ende, del conjunto de la sociedad. El fin de la socialdemocracia como corriente vertebradora de un país europeo en el siglo XXI está en manos de la mayoría silenciosa del socialismo español.
¿Y después, qué? Después lo que Iglesias diga, que puestos a escoger a los humanos nos da por tirar la copia para quedarnos con el original.