La víspera en que el futuro Rey Juan Carlos recibiera el título de sucesor de una Corona vacante durante treinta y ocho años, el hombre pisó la luna. Eran las 2,56, del 21 de julio de 1969, seis horas más tarde de que alunizara el módulo Eagle del Apolo XI.
El astronauta Neil Amstrong grabó su propia huella en la arena solar: “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”, glosó. Tras años de experimentos y fracasos, el ingenio y la tenacidad demostraron que hasta la luna está al alcance del hombre.
Ayer, al salir de su reunión con el líder de Ciudadanos, Rajoy manifestaba con cierta satisfacción: “Hoy hemos dado un primer paso; y como ustedes saben, la más larga caminata comienza con un primer paso”. Que ese primer paso augure el restablecimiento de la normalidad institucional aún depende de factores ajenos al candidato a la presidencia.
Comenzando por el mismo interlocutor que acababa de proporcionarle un margen para la esperanza. La negativa, reiterada ayer mismo por Rivera, a respaldar con su voto afirmativo la investidura del popular no acaba de encajar con el anuncio de su apoyo en la posterior tramitación de los presupuestos. Y después de afirmar que “no hay alternativa a Rajoy” se hace aún más extraño oírle que no negociará nada hasta que éste sea presidente.
En cualquier caso los populares han emprendido públicamente la senda negociadora poniendo sobre la mesa un documento de dieciséis páginas con los 109 puntos en que están de acuerdo con el pacto suscrito hace seis meses por PSOE y C’s.
En su afán perenne de situarse in between, el mismo Rivera que se negó a entrar en su estudio, manifestó tras la reunión que “si no se puede tener mayoría, por lo menos hay que permitir que este país se ponga en marcha. Es lo más urgente. Pero esto no lo podemos hacer si el PSOE no rectifica. Si Sánchez sigue en el no, España está condenada al bloqueo”.
La resistencia de Sánchez a cualquier tipo de acuerdo comienza a ser progresivamente incomprensible para el común, sobre todo cuando la insensatez de la sedición catalanista pone en jaque elementos supra partidarios como la soberanía nacional y la igualdad y libertad de todos los españoles.
En el caso de que la caminata fracase, las urnas acabarán por cobrarse definitivamente la insensatez de quienes todo lo arriesgan con el objetivo fundamental de cargarse a un rival político. El 26-J ya comenzaron a hacerlo.