¿Qué pacto es ese en que uno de los actores dice, recién firmado, que no se fía del otro, o que no descarta ponerle una moción de censura en el caso de que llegue a formar gobierno? Rivera, el joven zascandil de la escena política patria está dando, una vez más, la medida de su voluntad política: su propio lanzamiento. Lo demás parece importarle un rábano.
Con aliados como él apenas merece un comentario la cerrazón mental del gran tertuliano socialista. Los reiterados no, no y no de Sánchez no pasan de ser el decorado de la farsa en que actúan los adalides de la llamada nueva política.
Rajoy se juega nuestro futuro inmediato en combate desigual. A su lado, teóricamente, un socio que no quiere compartir el peso de gobernar la situación. Lo suyo se limita a salir en la foto haciendo como que hace para desatascar la situación. Lo hizo hace medio año del brazo de Sánchez como ahora repite de la mano de quien nunca iba a apoyar, como se hartó de decir. Pero uno y otro momento le han servido para aparecer en medio, como aquel francés que se las ingeniaba para salir en las fotos de cuantas autoridades pasaban por allí.
Enfrente un personaje insustancial que ha llegado al colmo del tancredismo, como aquel otro Pedro, don Pedro Martínez de Luna, que llegó a Papa con el nombre de Benedicto XIII y que salió de la sede pontificia de Avignon para establecerse en Peñíscola a principios del siglo XV. Que un Concilio le destituyera le importó un pimiento; el antipapa siguió en sus trece.
Pues ahí está el galán socialista que ha aprovechado su último verano para pasárselo divinamente. Como a buena parte de los españolitos de a pie le resbalan las cuestiones políticas que los medios no paran de exprimir. Para qué ocuparse si el país sigue creciendo, rumia en las playas, y yo como oposición no tengo nada que hacer mientras no haya Gobierno al que oponerse. Qué mejor que seguir así…
¿Se imaginan el susto que se llevaría si los podemitas le buscaran las cosquillas y dejaran paso a Rajoy en su investidura? La llamada socialdemocracia se vería en un serio trance, el que se merece quien ya ha perdido la mitad de su base social.
Y día llegará en que alguien encabece su remoción resonando aquel ciceroniano Quo usque tandem abutere, Sánchez, patientia nostra?