La incontinencia verbal es una lacra de la política de nuestros días. Resulta penoso oír a dirigentes políticos hablar de pactos o no pactos estando las urnas aún calientes. Penoso, cuando no aventurado y sobre todo comprometedor. ¿Realmente Rivera mantendrá su veto a la persona de Rajoy? Lástima que quien se reclama centrista desconozca aquella sabia lección de Popper, “conviene que combatan las ideas, para que no tengan que combatir las personas”.
Visto lo visto el pasado domingo, ¿seguirá el comité federal del PSOE negando cualquier tipo de acuerdo de Sánchez con el PP para abrir la puerta de la normalidad a un nuevo Gobierno? Manifestaciones como la de su portavoz Hernando echan sobre las espaldas de su partido la responsabilidad de otro semestre político en el limbo. Y no parece que ese sea el mejor camino para marcar distancias con los podemitas. Plantarles cara es situarse en donde la alternativa democrática debe estar: contribuyendo a las reformas que el sistema requiere antes de que se colapse.
De cualquier forma la apertura del nuevo tiempo político que la realidad ha abierto el 26-J no llevará a buen puerto sin las dosis de discreción que merecen los procesos importantes. La Política con mayúsculas que el país necesita no puede ventilarse en los platós televisivos ni a golpe de tuits. La negociación de renuncias y propuestas, poner en negro sobre blanco la ruta a seguir, requiere del tiempo y tranquilidad precisos para alcanzar un consenso básico. Y eso no es compatible con las urgencias y superficialidad al uso en la mayoría de los medios.
El poder por el poder es una de las penosas consecuencias de la carencia de valores, convicciones y objetivos, principios básicos de cualquier política merecedora de tal nombre. Ahora los contribuyentes queremos saber para qué quieren el poder nuestros apoderados. Y seguramente habrá un ancho campo de convergencia entre las fuerzas comprometidas realmente con el sistema de libertades consagrado en la Constitución del 78.
Estamos en tiempos de tanteo y contactos, todavía discretos como el que ayer mantenía en un salón madrileño el popular Casado con el socialista Sevilla; por ejemplo. Las cámaras se afanarán por seguir los pasos de unos y otros, y las tertulias seguirán haciendo cábalas sobre filtraciones y consignas que harán más difícil conseguir el objetivo final. “El mundo andaría mejor si la gente abriera más los ojos y cerrara más la boca”, que dejó escrito el sabio Gracián dejó escrito,.
Las recientes elecciones parecen indicar que los españoles no quieren verse condenados a la pena de campaña electoral perpetua. En contra de lo que dicen legiones de tertulianos y autoproclamados analistas, provistos todos ellos de un ábaco para sumar escaños, la integral de los intereses particulares expresados en las urnas no requiere tanto de mayorías numéricas como de entendimientos para dejar hacer.
Tiempo al tiempo, pues. Y un poco de silencio por favor, aunque sólo sea porque como Marx dijo “mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar dudas definitivamente”. Groucho, naturalmente.