Malo para un partido ir lastrado por el interés particular de su dirigencia. Ese es el gran problema del actual PSOE; su Secretario General se juega su supervivencia política a una sola carta, y en ese envite pode en solfa los intereses generales de la sociedad; el mayor de los dislates que pueda cometer un partido de gobierno, como la socialdemocracia merece.
Sánchez comienza su personal segunda campaña como empezó y terminó la primera: negando la evidencia de que sólo un Gobierno nacional en el que se sienta representada una amplia mayoría de la sociedad podrá acometer la reformas precisas manteniendo la normalidad.
Por ahí va el reto de los gobernantes ante situaciones críticas. Lo expresó muy gráficamente en abril de 1978, en pleno proceso constituyente, el presidente Suárez en su única intervención sin papeles ante el pleno del Congreso:
“Al Gobierno se le pide con frecuencia que construya o colabore a construir, porque todos somos constructores, el edificio del Estado nuevo sobre el edificio del Estado antiguo, y se nos pide que cambiemos las cañerías del agua, teniendo que dar agua todos los días…, se nos pide que cambiemos el techo, las paredes y las ventanas del edificio, pero sin que el viento, la nieve o el frío perjudiquen a los habitantes de ese edificio; pero también se nos pide que ni siquiera el polvo que levantan las obras de ese edificio nos manche, y también que las inquietudes que produce esa construcción no produzcan tensiones”…
La mayoría de la sociedad española desearía volver a escuchar ideas y palabras como esas. La forman quienes se autodefinen en las encuestas como conservadores, liberales y socialdemócratas.
Hoy los espacios de derecha, centro e izquierda no son patrimonio exclusivo de una u otra formación. Aquí como en tantas otras esferas, la libertad propia de las democracias de nuestro tiempo ha propiciado un mestizaje tan complejo como enriquecedor. La muestra más clara reside en el desplazamiento de votos que se registra entre comicios.
La demagogia rinde efectos en relación inversa al grado de integración en el sistema; cuanto más bajo sea éste, mayor capacidad de influencia tienen los embaucadores. Pero no es ese el público de la socialdemocracia; los españoles que han apoyado al PSOE durante más de la mitad de nuestra era democrática: treinta y nueve, de veinticuatro años. Arrancar la campaña prometiendo una subida del salario mínimo y cargarse la Ley Laboral no es propio de un partido que aspira a gobernar.
¿Por qué miran más hacia Lisboa o Atenas que a París, donde gobiernan sus colegas? La demagogia cala mejor en los podemitas unidos, cuyos dirigentes ya se encargarán de explicarles que no se crean el cuento.
Visto lo visto por ahí, y la contumacia en la simpleza con que sigue pronunciándose Rivera tras su acertado periplo venezolano, las cosas como sean, no queda otra que ponerse A favor de quienes comienzan haciendo gala de alguna inteligencia ante el panorama que tenemos delante.
Porque dar el Sí a quienes entran en escena improvisando un pacto político con Cataluña -¿en nombre de y entre quiénes?- no es serio. Y lo de los sillones suena a broma. Sencillamente.
Se dice en párrafo 7:………. «los españoles han apoyado al PSOE durante más de la mitad de nuestra era democrática: treinta y nueve, de veinticuatro años.
Creo que debería decirse al revés: «los españoles que han apoyado al PSOE durante más de la mitad de nuestra era democrática, han dado gobierno al Psoe durante veinticuatro años de los treinta y nueve años que llevamos de democracia
Un cordial saludo