¿Realmente son los gastos electorales el gran problema nacional? Todos los partidos parlamentarios llevan días negociando sobre la materia, y aún han quedado en proseguir haciéndolo dentro de unos días, para no acordar nada. Si ni en esa minucia logran aunar criterios qué cabe esperar en las cuestiones ciertamente importantes para los españoles.
Por ejemplo, la libertad e igualdad de todos, derechos contra los que atentan los separatistas tipo Esquerra o la CUP de Colau y hasta el mismísimo profeta del sorpasso. Por ejemplo, los obstáculos al desarrollo de la economía capaz de crear los dos millones de puestos de trabajo necesarios. Por ejemplo, una educación a la altura de los tiempos y circunstancias actuales. Por ejemplo, el fomento de una cultura de innovación y emprendimiento, base fundamental para satisfacer las necesidades de nuestra sociedad y las exigencias que plantea el mundo competitivo que nos rodea.
Parece que nada aprendieron del ridículo hecho en la digestión de los últimos comicios. Con la matraca del gobierno de cambio y progresista Sánchez, Rivera e Iglesias no tuvieron ojos más que para dimensionar con cuántos escaños podrían alcanzar el gran objetivo por los tres compartido: desalojar a los populares de donde los votos les colocaron a lo largo y ancho del país, objetivo de altura y tremenda dimensión ideológica, ciertamente. Y éstos, vegetaron los cuatro meses sin que nada de provecho fructificara durante la cuarentena a que fueron sometidos por aquellos tres.
El reloj se ha vuelto a poner en marcha, de aquí a mes y medio volverán las urnas sin que la tropa política dé señal esperanzadora alguna. Como si estuviéramos instalados en el mejor de los mundos siguen perdiendo tiempo y esfuerzos en nimiedades que a nadie interesan.
Después de la broma de reducir gastos de campaña vendrá un apasionante debate sobre los debates, que si yo no voy si no va fulanito y demás ridiculeces, y los lances y puñaladas traperas de ese mentiroso compulsivo que, puesto a destrozar el país por cada esquina, ahora quiere desalojar de Canarias a las fuerzas de seguridad nacionales. Con la misma desfachatez con que alega que si echó en cara al PSOE la cal viva de los tiempos de Felipe González fue por el calor del debate, dos minutos más tarde, y sin debate de por medio, mete al expresidente en el paraíso fiscal de Panamá.
Pero el conjunto sigue cerrando los ojos, incluso Sánchez, apostando sobre el sorpasso como si esto fuera un turf. ¿Después de todo ello, es que alguien puede ver en Iglesias a un socio fiable?
Esta troupe, dada al entremés más que a cualquier otro género teatral, recuerda a aquella corte del imperio bizantino barrido de la Historia por los turcos mientras sus prebostes discutían sobre el sexo de los ángeles, si masculinos, femeninos o hermafroditas. ¿Quién dice que la Historia no se repite? Lo malo es que sus lecciones no se aprovechan.
“Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento”, dijo Montesquieu; un genio.