Iglesias Turrión está para lo que parece: cargarse el país, comenzando por comerse al PSOE y terminando por volar el sistema de libertades en que vivimos los españoles.
Para lo primero la fortuna le puso enfrente a Sánchez, líder socialista sin más liderazgo que el meramente orgánico, que tiene sometido al centenario partido a su interés personal.
Al destructor le resultó sencillo desentrañar la clave que activa los movimientos de su rival: la ambición personal. Y así jugó a placer con el socialista, aflojando o tirando del hilo como el titiritero aviva su marioneta, o el pescador hace para traerse la pieza hasta la cesta. Resultado: el pez quedó sin aliento.
Pero Iglesias tampoco ha salido indemne del castigo sufrido por Sánchez. Por vueltas que quiera darle a los argumentos, fingir que no ha roto un plato, hacer como que quiso hacer lo que realmente no quería hacer y demás efectos teatrales, la mentira sobre la que cabalga salta por encima de la tramoya.
¿Aliado para un gobierno de cambio, progreso y demás engañabobos? Lo de los podemitas sí que iba a ser cambio; tanto cambio que dejaría en boutade aquello que Guerra aventuró recién conquistado el poder por los socialistas, años 80: “Vamos a poner España que no la va a reconocer ni la madre que la parió”.
Los crímenes chavistas, Maduro, el hambre de los venezolanos, Otegui en la sede europea reclamando estatus de refugiados políticos para sus terroristas escapados de la Justicia… en fin, no hay charca maloliente en la que no se escuche el chapoteo de Iglesias y compañeros.
Analizar qué dice, cómo, cuándo y por qué lo hace revela cristalinamente sus reales intenciones. Las mentiras se solapan con la realidad, las prisas con las pausas y el halago con el escarnio. Pero al final siempre aparece el destructor:”La guillotina es el acontecimiento fundador de la democracia”. O aquello tan bonito con que incendió el mitin de Villaverde: “El cielo no se toma por consenso, el cielo se toma por asalto«.
“Yo no puedo decir España, yo no puedo utilizar la bandera roja y gualda”, dijo hace tres años en la Universidad de La Coruña, como tampoco puede vestir con el decoro usual en las instituciones, comenzando por la Corona.
Este personaje que confesó “Se echa de menos al comandante. Venezuela es un modelo para Europa”, es el indeseable aliado que codicia el actual representante de la socialdemocracia española. Reiterada la voladura de puentes con los populares, como ha hecho esta semana, la marioneta ha puesto su futuro en manos del destroyer.
Un demócrata, progresista, conservador o mediopensionista, no puede ir ni a por pan a la esquina de enfrente con un sujeto para quien “el mayor ataque contra la libertad de expresión es que haya medios de comunicación que sean propiedad privada”.
Libertad, para qué, ¿les suena?