Felipe González y Alfonso Guerra vuelven a estar bastante de acuerdo, como cabía suponer. Ante las cosas serias, y España lo es, pocos matices caben entre personas serias. La entrevista con González que anteayer publicó el diario amigo y las declaraciones que ayer hizo Guerra en Sevilla antes de pronunciar una conferencia, apuntan en una misma dirección: Sánchez, con Iglesias, no.
El Comité Federal del PSOE celebrado el 28 de diciembre trazó una línea roja a no traspasar en las negociaciones para la investidura de su candidato: rechazar “de manera tajante, cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional y que amenace así la convivencia lograda por los españoles durante estos últimos 37 años.
La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento sólo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí divida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas.”
Pero Sánchez y sus edecanes pensaron que semejante freno tenía escaso relieve dado que Iglesias callaría sus exigencias sobre el derecho a decidir la ruptura de España, con la misma desfachatez con que durante la campaña electoral se travestía de socialdemócrata ante las cámaras de televisión. Y así siguieron, y siguen hablando, de acordar con Podemos “un gobierno progresista y estable”.
Llamar progreso a lo que pueda dar de sí cualquier tipo de colaboración con los podemitas subvencionados por la Venezuela chavista o la República Islámica de Irán, más que paradójico resulta grotesco.
Con matizada prudencia, Guerra opinaba ayer: “Podemos tiene otras ambiciones de poder, quizá para trastocar todo el sistema democrático.” Y como viejo zorro adivina que los de Iglesias “hacen declaraciones escandalosas para sabotear cualquier acuerdo”.
Por su parte, González advierte que “el comportamiento arrogante de los líderes de Podemos, con humillaciones que ponen al descubierto cuáles son sus verdaderas intenciones, no se debe aceptar. Esos dirigentes… quieren liquidar, no reformar, el marco democrático de convivencia, y de paso a los socialistas, desde posiciones parecidas a las que han practicado en Venezuela sus aliados. Pero lo ocultan de manera oportunista. Del mismo modo, dejaron de hablar de Grecia cuando más lo necesitaron sus amigos. Son puro leninismo 3.0”.
Vista la facilidad con que las líneas rojas pueden saltarse, el Comité Federal de mañana quizá levante todo un muro de contención a las ambiciones de los gestores actuales del zapaterismo. Y lo más probable es que la respuesta de Sánchez carezca de la dignidad exigible a quien se ha empeñado en desoír a sus mayores pese a haber logrado batir los peores registros del partido socialista desde su refundación.
Que además de perder millón y medio de votos en todo el país, la lista que encabezaba personalmente en Madrid pasara de la segunda a la cuarta posición es como para tentarse la ropa antes de lanzarse a la pista. Sobre todo cuando su posible pareja de baile le sacó en Madrid cien mil votos de ventaja y en el conjunto de la nación quedara a poco menos de trescientos mil.
De ahí puede salir cualquier cosa menos progresismo y estabilidad.