El sentido común ha vuelto la espalda a esa tropa llamada “responsables políticos”. La inmensa mayoría está elucubrando sobre cuánto más sacar de la bicoca que están a punto de estrenar. Pero tal vez basten los dedos de una sola mano para contar quiénes están pensando en qué hacer por el país con los mimbres que las urnas han repartido.
Lo que están protagonizando los dos segundos partidos, socialistas y podemitas, es digno de ser trasladado a un juego de mesa tipo Cluedo o Monopoly. Sus cúpulas están empeñadas en utilizar el impasse provocado por la incertidumbre en torno a la investidura del nuevo gobierno a guisa de trampolín para alcanzar ventajas particulares. No existe espectrógrafo capaz de captar señal alguna de los intereses generales que deberían motivar sus aspiraciones.
Para Sánchez se trata de salvar la secretaría general del partido; para Iglesias, de continuar erosionando los cimientos del partido de Sánchez. El socialista parece ignorar el coste electoral provocado por los acuerdos que le permitieron alcanzar ayuntamientos y gobiernos autonómicos como el de Valencia o Castilla-La Mancha; el podemita le aprieta ahora recordándole hasta qué punto sus barones dependen de él negándose, por ejemplo, a aprobar los presupuestos de las corporaciones que gobiernan de prestado.
Toda una nueva versión del mito fáustico. Mefistófeles acabará saliéndose con la suya salvo la aparición a última hora de una Margarita capaz de rescatar al ingenuo que enajenó su alma para comprar los poderes de la eterna juventud; del secretario general que rompió el compromiso con que fue puesto en el cargo: no ser el candidato electoral.
Los aurúspices del partido ya han descontado su caída; los esfuerzos se centran ahora en rescatar al partido. El eterno femenino aparece sobre las líneas rojas con que cercenaron las apetencias de Sánchez encarnado en la multivalente Susana Díaz, que va soltando amarras del predio andalusí.
Los calendarios ocupan la atención de todos los agentes. La negativa de los podemitas a la catalana de prestar su apoyo a Artur Mas, he ahí un estadista, aboca a Cataluña a una nuevas elecciones, ¡la cuarta convocatoria en cinco años! Por otra parte, de cuándo cierren los socialistas su crisis depende en gran medida la investidura del futuro Gobierno nacional.
Con plazo o sin él para llevar a cabo las reformas institucionales precisas y tener el respaldo necesario para garantizar el cumplimiento de la Ley y la estabilidad y progreso de la Nación. Conseguirlo parece hoy poco menos que un milagro. Hacerlo posible es la responsabilidad de los políticos; exigirlo, de los ciudadanos.