Por si al caso catalán le faltara algún ingrediente Sánchez se puso ante un micrófono para decir con solemnidad que comparte la reacción del Gobierno pero no las soluciones propuestas. Dicho lo cual añadió, sin mover pestaña, que esperaba que cuando el presidente sea él Rajoy se porte con la misma lealtad. Tal cual.
Eso es lo que el jefe de filas socialista aporta al consenso de las fuerzas constitucionales frente al golpe secesionista: decir alto y claro, coletilla de la que no se apean, que no está de acuerdo con las medidas que prometió secundar. ¿O es que no lo prometió en sus visitas a la Moncloa y tantas llamadas telefónicas?
Tal vez sí, acuciado hace una semana por una opinión pública necesitada de seguridades; pero tal vez no, temeroso hoy de no poder zafarse de aquí al 20 de diciembre del abrazo del oso presidencial. Los barones parece que le impelen a ello. En cualquier caso, piensa él, si la cosa saliera bien, ahí dejé mi primer gesto; si no, quedará el “ya lo decía yo”…
Lealtad aparte, eso es lo que el jefe socialista entiende por política de Estado. En esa penosa creencia quizá no se sienta solo entre los suyos.
Rubalcaba navegaba con la misma deriva en la mañana del jueves. Pérez Rubalcaba, el hombre de Estado durante la transmisión de la Corona, achacaba a Rajoy lo que está pasando; entra dentro de lo habitual en el juego político, y más en vísperas electorales. Pero es un despropósito impropio del personaje desplazar al Tribunal Constitucional la responsabilidad de la secesión por haber anulado parte del Estatuto catalán pactado por Zapatero y Mas. Y más aún hacerlo justamente cuando el Constitucional dicta una nueva resolución anulando la soflama independentista.
Si desde las filas de cualquier partido tenido por constitucionalista se predica el acomodamiento del orden jurídico del Estado a la conveniencia de quienes atentan contra él, el golpismo se consolidará como una nueva fuente de derecho.
Ya lo están practicando los sediciosos que distinguen entre leyes y democracia como si hubiera democracia sin leyes. Colaborar en semejante dislate no es lo que se espera de los representantes de la socialdemocracia española.