Los españoles siguen donde estaban. Podrán cambiar las marcas; los referentes, subir y bajar; pero como en las ciencias exactas, el orden de los factores no altera el producto. El producto, el voto de los españoles, parece seguir residenciado donde estaba, más o menos.
La mayoría dice ubicarse en el centro izquierda, como atestiguan todas las encuestas. Pero por ahora parece que prefiere ser gobernada desde el centro derecha. Como hace cuatro años. Pese al desgaste de los pesares y la escasa simpatía que los votantes dicen sentir por Rajoy, los más, un 49%, piensan que ganará la elección.
Los citados pesares lastran los resultados atribuidos al PP pero la suma de éstos y los de Ciudadanos, 45,3% es muy similar a los que dieron a los populares, 44,6%, la mayoría absoluta tras el descalabro provocado en el PSOE por aquel Rodríguez Zapatero. Curioso pero así parece.
En la banda izquierda se produce un fenómeno análogo: hoy la suma de los presuntos votantes de socialistas y Podemos, 36%, no difiere sustancialmente del 34,5% que alcanzaron hace cuatro años socialistas, IU y UPyD. Y en la misma línea parecen comportarse los votantes de los nacionalismos catalán y vasco.
Curioso panorama el que dibuja la encuesta de GAD3, realizada con la base más amplia de todos los sondeos privados. Está bastante claro que los partidos no son diamantes para la eternidad. Los hasta ahora mayoritarios están sometidos aquí a una crisis de hondo calado. De ella pueden salir o no; no sería el primer caso en que partidos de gobierno, como en Italia la DC, el PS o el PCI, acaban esfumándose en la Historia; como el PASOK griego o la UCD española.
Pero una cosa son las estructuras partidarias y otra de mayor fundamento las tendencias que vertebran una sociedad política. Hemos vivido un año, desde las elecciones al parlamento europeo, leyendo sobre el final del bipartidismo. De los dos partidos que hasta ahora se han turnado en el Gobierno, quizá; pero no de las dos grandes corrientes en que se compacta la gran mayoría de la sociedad española.
Dos mundos cruzados por múltiples fenómenos transversales además del sexo y edad, los niveles de educación y económico, credos e ideologías, etc., que acabarán gestando los instrumentos consiguientes para mejor alcanzar sus fines, si quieren vivir la realidad.
Cuando se olvidan de ésta pasa lo que les ha pasado a los dos grandes partidos; pero quienes depositaban su voto/confianza en ellos han encontrado rápidamente otras casillas para seguir haciéndolo no demasiado lejos de donde acostumbraban. Sobre todo en el caso del centro derecha. El de la socialdemocracia es más complejo; resulta penoso ver cómo la impericia y el arbitrismo de la dirigencia socialista arruinan el fondo de comercio creado por la generación anterior.