Es lo que tiene el no tener otro objetivo que cerrar el paso a los populares. Ocurrió en muchas alcaldías de España en las últimas elecciones; y en las anteriores. En realidad comenzó a suceder en las primeras municipales de la democracia, allá por el año 1979, cuando la conjunción de socialistas y comunistas quitaron la silla al centrista que ganó las elecciones para entronizar a Tierno Galván, el llamado viejo profesor… que nunca fue tan viejo.
El rizo se tejió en Barcelona con aquel Pacto del Tinell, que socialistas, la izquierda republicana y comunistas firmaron en diciembre de 2003 en el salón gótico de la Plaza del Rey donde Colón fue recibido por los Reyes Católicos tras su primer viaje americano. Sus firmantes trataron en aquella ocasión de formar un gobierno nacionalista de izquierdas sin los nacionalistas de CiU. Y además de los cuatro puntos pactados, en el anexo se comprometían a no establecer ningún tipo de acuerdo con los populares, entonces con mayoría absoluta en el Gobierno de la Nación.
Y ahí está esa tropa variopinta pero cuyos elementos son perfectamente encajables en un mismo puzle. El más formal resulta ser la comunista Manola Carmena que en Madrid trata, entre otras cosas, de erradicar las tradiciones navideñas dejando en sus cajas el belén napolitano del Ayuntamiento que preside. Cuando no pide diálogo con los terroristas a las veinticuatro horas de las matanzas de París, se le ocurre que los universitarios podrían dejar de estudiar unos meses para hacer de barrenderos o anuncia la construcción de aparcamientos para uso femenino.
La de Barcelona retira del salón de plenos la imagen del Rey Juan Carlos, firmante de la Constitución, y ejecuta una limpieza étnica contra los borbones en el callejero ciudadano. Y no es Colau la única autoridad municipal que reduce los problemas y consiguientes soluciones a ese tipo de cuestiones. Un tal González más conocido como el Kichi hizo lo propio en Cádiz.
En Jerez de la Frontera arremeten contra el busto de José María Pemán en la entrada del teatro Villamarta. Un hombre de bien que cometió el pecado de ser liberal monárquico y de derechas, y de haber trabajado por la reconciliación de todos los españoles, fue tachado por una concejala de fascista, misógino y asesino; nada menos. Y los de Pedro Sánchez todo lo apoyaron “en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica”.
Dejando de lado cuestiones estéticas, como las pintas con que reciben visitas institucionales o simplemente portan en los plenos, la almendra del asunto está en el papel de mamporreros que en casi todos estos casos están ejerciendo por toda España las terminales socialistas. El nivel de compromisos entre socialistas y podemitas es tal que en las últimas comparecencias y entrevistas Sánchez ya se decanta abiertamente por Podemos como posible aliado para poder acceder a la Moncloa. Dice que ya ha perdido el tufo del populismo.
¿Vale todo en la cucaña del poder?