Pobre hombre. “Convergencia y yo somos piezas de caza mayor”, dijo Mas al enterarse de la enésima detención de entre los suyos, ahora el tesorero acusado de corruptor, extorsionador, o simplemente recogedor de dádivas de sus corrompidos, extorsionados o simplemente cómplices de la trama negra con que se han financiado el nacionalismo catalán y sus ex honorables presidentes.
Caza mayor, ja; de conejos no pasan, que para liebres no dan la talla. Y de perdices para qué hablar, si su vuelo rasante del 3% no alcanza ni al de las gallinas. ¿Caza mayor?
El personaje vive de sueños, sueños de grandeza. Y así se retrata cual Moisés, el héroe que condujo a su pueblo hasta la tierra prometida que, vaya por Dios, él nunca llegó a pisar. Se imagina abriendo una brecha en el Estado de derecho como aquél separó las aguas del Nilo.
En su paranoia se siente aclamado por millones de catalanes que, ay, elección tras elección van dejándolo cada vez más solo.
Ya pueden venirle mal dadas que no termina de despertar de ese sueño con enciclopedias locales en las que se ve engrosando la nómina de libertadores. ¿Miedo a volver a la realidad?
Tal vez por ahí ronronee el motor de tanto empecinamiento en dar coces contra el aguijón: el temor a enfrentarse con la Justicia, a verse en La Modelo de la calle Entença, hoy Centre Penitenciari d’Homes de Barcelona, o en el más moderno de Quatre Camins, en La Roca del Valles, donde quizá haya más sitio para acomodar a tanta pieza menuda cobrada por la Justicia.
Sueños de grandeza: “somos caza mayor”. Pobres; si no pasan de comisionistas. Para caza mayor, Pujol e hijos, razón comercial de un nuevo modelo de emprendimiento catalán, visto que los aranceles proteccionistas pasaron a la historia. Cosas de la Unión Europea, maldita sea, los mismos que no pierden ocasión para recordarles que no cuenten milongas porque en el club están los que están.
Y que los Estados no se rompen, niños. ¡Caza mayor, ja!