Los gritos que Pedro Sánchez dirigía ayer a unos jubilados en Tarragona no llegaban a silenciar las bobadas que emitía. Homérico resultaba aquello de que los socialistas garantizan que los catalanes no se dividan en dos bandos; pronunciado por el secretario general del partido que firmó el pacto del Tinell, y hace unos meses cerraba la boca a la mayoría de los ciudadanos de Badalona por haber votado a un alcalde popular, su promesa era una broma.
Frente a García Albiol, más que duplicó en votos y escaños al candidato socialista, el partido que Sánchez gobierna puso aquel consistorio en manos una podemita secesionista, como en tantos otros ayuntamientos. Sabater, que así se llama la ciudadana, prometió su cargo, naturalmente por imperativo legal, para que “el pueblo trabajador catalán, ejerciendo su voluntad democrática emprenda un proceso constituyente hacia una República catalana soberana, libre y justa socialmente”. ¿Entiende Sánchez así la unión entre catalanes?
Pero es que, además, sus gritos no ocultan el hecho de que no fueron CIU ni ERC quienes prendieron la mecha del actual Estatuto, sino el partido socialista catalán bajo los auspicios de aquel extraño patriota que fungía entonces como presidente de la nación, Rodríguez Zapatero. Y el partido socialista fue el que presidió el Tripartit con el que Maragall y Montilla gobernaron la Generalidad durante siete años, siempre marginando al centro derecha de convergentes y populares. ¿Entiende Sánchez así la unión entre catalanes?
Pues si no, que denuncie aquellas tropelías en las que el mismo cae al decir sandeces como “antes con Bildu que con el PP”.
Al drama provocado por la deslealtad de los responsables de la Generalidad y demás políticos secesionistas se une la irresponsabilidad de dirigentes como el socialista, que despilfarra los medios que el partido le tiene confiados chillando sin aportar nada positivo para la convivencia.
Y no será por falta de apuntadores. Un día antes, el refundador de su partido reflexionaba en una entrevista publicada en La Vanguardia: “La legitimidad democrática no es sólo es una cuestión de voto. Si no se respetan las reglas se pierde la legitimidad democrática. Es importante que los catalanes reflexionen sobre esto. No respetar las leyes también abre la puerta a quien quiera romper las reglas en sentido contrario a lo que desea el catalanismo.”
Esto, lo de González, es hacer política; lo otro, lo de Sánchez, el ridículo. Lástima, porque el país no está para bromas; en este gran circo nacional sobran los payasos, los augustos y los cariblancos, todos.
Comenzando por los secesionistas de Mas y Junqueras que concluyen así su carta “A los españoles”: “En este país que queremos se podrá vivir como español sin ningún problema, mientras que ahora es casi imposible ser catalán en el Estado español”.
¿Podrá alguien superarlo?