Lula da Silva tuvo a su favor esa corriente de simpatía que suele llevar en volandas a los humildes que vuelan alto. El gran jefe del PT brasileño presidió los años de despegue de aquel inmenso país siguiendo políticas que poco o nada tenían que ver con lo que se presumía de un rojo sindicalista. Cierto es que la derecha parlamentaria apoyó sus gobiernos con mayor entrega de la que disfrutó su predecesor, el socialdemócrata Cardoso.
Rojo por dentro y blanco por fuera, o viceversa, mientras los banqueros le aplaudían, Lula rechazaba los tratados de libre comercio con Estados Unidos, “ALCA, alca, al carajo”, para montar su zona de influencia con los compadres bolivarianos, incluidos los Kirchner. Eran los tiempos más felices del UNASUR Y CELAC. Chávez se fue, llegaron Maduro, la crisis y estalló la corrupción.
Dirceu, su mano derecha y presunto sucesor se metió en todos los charcos, desde comprar parlamentarios para asegurar el mandato de Lula hasta llevarse al despacho dinero de Petrobras, Odebrecht y otras grandes compañías.
Pero al igual que en Cataluña la mano derecha de Pujol, un tal Mas, nunca supo nada de las comisiones de su partido ni de paraísos fiscales, Lula ignoraba todo de Dirceu. Cuando la Justicia se hizo cargo de sus tropelías, Lula se descargó con un “Dirceu, filho da puta”, más por la frustración de verse sin el sucesor que asegurara el control sobre el PT que como rechazo al corrupto.
Al expresidente brasileño parece importarle un rábano sentir en el cogote el aliento de la Justicia desde hace meses. Ha dejado caer que volverá a la presidencia para solucionar el desaguisado de Dilma, su forzada sucesora tras la caída de Dirceu. Pero estos días anda por Argentina ayudando a Scioli, el candidato que Cristina F. Kirchner quiere ver en la Casa Rosada quizá para dejar selladas las sentinas de su mandato.
Ante el carismático líder brasileño, Cristina pidió ser incluida Argentina en el club de los BRICS como si su poder salvífico bastara para superar la crisis. Pero a las cuarenta y ocho horas S&P, la primera calificadora que gobernando Lula otorgó a Brasil su investment grade en 2008, hoy se lo ha quitado, rebajando sus bonos al nivel de basura.
Y no andan lejos el resto de aquellos grandes países emergentes. Según reciente informe del FT, China cae dependiente de las inversiones y las exportaciones que escasean; por el contrario Brasil se apoyó demasiado en el consumo interno y ahora no puede sostenerlo, Rusia necesita del petróleo que se desploma y la India no puede superar su burocracia.
Kirchner quiere estar con amigos como Putin y Jinping aunque ni ellos sepan por dónde salir de la situación en que han caído. Pero la imagen es lo que importa, y Lula recibirá un doctorado honoris causa en la Universidad de La Matanza como pocos días después la de Quilmes distinguirá con el mismo honor a otro señalado intelectual, Evo Morales, siguiente artista invitado a la pista central del peronismo.
La realidad… como un balón, patada adelante. Es lo que viene pasando con los sueños populistas: suelen acabar en pesadillas. Los nacionalistas, también.