Hay quien se teme, y no delira, que si en los próximos dos meses todo siguiera igual, en enero podríamos tener un gobierno presidido por Sánchez auspiciado por su vicepresidente Iglesias. ¿Se imaginan? La encuesta del CIS no lo desmiente. Por ello los inversores andan como andan, haciendo todos el Chiquito de la Calzada –no puedor, no puedor…-, los podemitas no caben en sus camisas, y socialistas de toda la vida dudan seguir votando como lo han venido haciendo desde que las urnas se abrieron.
Mejor, desde que abrimos las urnas, porque aquello de la transición no fue premio sacado en la rifa de una tómbola; ni tampoco el milagro de los bueyes que araban las tierras de Juan de Vargas mientras Isidro, el labrador, rezaba y rezaba.
En contra de lo que piensa una generación nacida con demasiadas cosas resueltas, no hay nada gratis. Es una de las desgracias sobrevenidas de la pésima educación sufrida por los jóvenes, y no sólo en las escuelas; ejemplos demoledores de corrupción han tenido como para despreciar el sistema.
No sólo ellos albergan tales ideas; recuerden aquello de que el dinero público no es de nadie, que dijo hace once años Carmen Calvo, la ministra socialista de Cultura que advirtió que había sido cocinera antes que fraila. Pero tal vez lo más grave es que todo ello se cimenta sobre los posos de cuarenta años del nacional-sindicalismo que ofreció a los españoles cierta seguridad a cambio de su libertad. Y hoy añoran aquello del trabajo para toda la vida.
De todo ello han salido especímenes como Iglesias, capaz de decir, como ayer hizo ante los micrófonos de la COPE, que él no es ningún extremista, “me considero una persona pragmática y moderada, nosotros estamos en el centro del tablero”. ¡Qué cuajo!
“Estos son mis principios; si no le gustan tengo otros.” El marxismo de Groucho suena a inocente jaculatoria al lado de las palabras mendaces del podemita que se está merendando día sí y día también al candidato socialista a la presidencia del Gobierno. Tan así es que ahora dice estar abierto a hablar y negociar con el PP, mientras Sánchez y sus edecanes siguen predicando que con los de Rajoy, ni agua.
Cuando Iglesias dice que Podemos puede quedar por encima del PSOE está echando un farol en la partida que tiene entablada frente a Sánchez; ese es su desafío. Y él será el primero en quitarse mirones de encima mandando a hacer gárgaras a carcamales como Garzón, Mayor Zaragoza y Jiménez Villarejo empeñados a estas alturas en refundar un frente popular de tan grato recuerdo para no se sabe quién.
Listo el personaje, lástima que haya salido tan revirado…