Según se va acercando el día de las elecciones regionales catalanas crece el cruce de opiniones sobre la idoneidad del tratamiento dispensado por el Gobierno nacional al disparate secesionista.
Echar o no leña más al fuego; esa es la cuestión básica de la polémica. Para unos, el Ejecutivo ha actuado con prudencia; otros piensan que, sencillamente, no ha actuado.
La capacidad de victimismo exhibida por los nacionalistas es la gran razón que aquéllos esgrimen para defender la no beligerancia de un gobierno que, además, se vería sólo en su enfrentamiento con los sediciosos.
La deriva que está siguiendo el equipo rector del PSOE hace a muchos temer que un conflicto a cara de perro instaría a Sánchez a mantenerse alejado de la confrontación para ofrecerse al país como nuevo príncipe de la paz. Por otra parte, la franquicia catalana del partido socialista no le permitiría nada distinto, so pena de terminar rompiendo definitivamente con su matriz.
Sin embargo, otros opinan que la cascada de disparates que han venido levantando un muro de fraccionamiento debería haberse cortado desde el remedo de referéndum convocado por la Generalidad el pasado año. El cómo no se concreta; desde la intervención de la autonomía hasta la denuncia de su presidente como autor de un cúmulo de cargos propios de las felonías hay diversas formas, incluida la del ajuste fiscal.
Nadie es capaz de asegurar que las decisiones de Mas y sus cómplices no tengan como objetivo primario provocar una reacción de esta naturaleza. En todo caso, el victimismo de unos dirigentes políticos que celebran las derrotas de sus presuntos antepasados parece garantizado.
Más allá de todo ello, por encima de lo que unos y otros opinen, lo cierto es que cuando las naciones europeas están en ciernes de dejar de serlo para integrarse en una gran confederación europea -es decir, Francia dejar de ser Francia como España, España-, enfrentarse a la corriente de la Historia para crear un estadito es grotesco. Sencillamente grotesco.
¿De qué nacionalismo hablan estos pastores cuando las naciones están a punto de disolverse en un ambicioso proyecto de superación de barreras y otras historias de confrontación? Los nacionalistas están incapacitados para debatir desde la razón, pero no los millones de ciudadanos que los Mas, Junqueras y demás caudillos de la reacción pretenden aislar de todo progreso. Algo parecido a una nueva guerra carlista.