La humanidad ofrece espectáculos que la naturaleza no alcanza a crear. Las adhesiones de probados demócratas como los Castro brothers, Maduro, Putin, Le Pen, Kirchner, Morales… y así hasta Iglesias el jefe de Podemos, superan las maravillas naturales de Iguazú, el Everest o el cañón del Colorado.
Los términos en que los citados caudillos, aspirantes incluidos, manifiestan su alborozo por el resultado del referéndum de Tsipras hacen pensar en que algo ha hecho muy mal nuestra civilización para alimentar juicios tales.
Calificar un referéndum de “bella lección de democracia” (Le Pen), “en Grecia ha ganado la democracia” (Iglesias), “rotunda victoria de la democracia y la dignidad” (Kirchner) o como el “inicio de la liberación del pueblo europeo” (Morales) resulta amenazante para las sociedades libres que viven la democracia sin necesidad de apellidos como orgánica, popular, directa, bolivariana, socialista, etc.
Los responsables políticos, las instituciones académicas y culturales, los medios de comunicación y, en general, los líderes de opinión debería estudiar en profundidad las raíces de este movimiento capaz de carcomer principios de convivencia tan elementales como que los compromisos se adoptan para ser cumplidos y las deudas para ser honradas. O que las discrepancias se resuelven mediante el diálogo y no a golpe de altavoz callejero; que los disidentes se respetan, no se encarcelan; que el sujeto de derechos y obligaciones es el ciudadano, no eso que llaman pueblo; que la verdad es raíz de la libertad.
En fin, que los griegos que merecen realmente respeto son los que abrieron la senda de la cultura occidental hace veinticinco siglos. Los de ahora son otra cosa. Aquéllos dejaron pensamientos que éstos ignoran, como aquel de Aristóteles “el castigo del embustero es no ser creído aún cuando diga la verdad”; o lo que Sócrates decía a sus discípulos: “la mentira gana bazas pero la verdad gana el juego”.
Tan grandes como sencillas lecciones han caído en el olvido de los griegos conducidos hacia el abismo por sus actuales dirigentes ebrios de tanto halago de lo peor del mundo político internacional.
Lástima que no vuelvan por la senda de sus mejores.