Lo de ir por lana y salir trasquilado parece refrán hecho a la medida del mandatario griego. Este domingo no lo olvidará fácilmente. Y el del referéndum, tampoco.
Mal momento aquel en que se le ocurrió la luminosa idea de blindar su capacidad negociadora llamando a rechazar el programa que le ofrecieron hace tres semanas. El penoso ridículo en que ha caído podría haber sido más leve si en el trance de tragar lo que le han puesto delante no cargara sobre sus hombros el pesado yugo que supone la opinión del 61% de sus conciudadanos.
Claro que ésta puede importarle un pito, pues nadie como él sabe cómo se conquistan tan generosas adhesiones. Es lo que tienen los aprendices de caudillo; para opiniones se bastan con la suya.
Otra sentencia que le viene al pelo es aquello de la taza y taza y media. Cuando en un club de gente medianamente seria y razonable entra uno de los socios haciendo el gamberro y mofándose de los paganinis, qué respeto puede reclamar de quienes pagan religiosamente sus cuotas y, encima, no reciben señal de que van a recobrar lo que le prestaron.
El de Syriza está comprobando en sus carnes que todo tiene un límite y que los chantajes pueden volverse en su contra, como el viento devuelve las cenizas esparcidas en el mar.
Los griegos se van a hartar de Troika, hombres de negro y demás demonios austericidas como dicen desde el FN francés de Le Pen hasta los podemitas de Iglesias; así son las cosas. Los extremistas no tienen color, ni rojos ni blancos; simplemente negros. Y el griego que subieron a los altares por haber conducido la victoria de la democracia contra la oligarquía, tendrá ahora que pagar prendas muy duras si quiere seguir viviendo del maná que cae del cielo.
Despojado de toda credibilidad, ha tenido que escuchar cómo le pedían que hiciera un depósito en Luxemburgo con las principales empresas estatales griegas, bajo tutela de la UE, para reducir deuda una vez se vayan vendiendo activos. Y por si fuera poco, le advierten de que en cualquier momento podrían paralizarse las negociaciones para el tercer rescate aun cumpliendo Grecia los requisitos exigidos.
Qué pueda suceder en el interior del país está por ver. Tsipras puso en marcha un proceso que se le ha escapado de las manos, lo que suele acabar con los aprendices de brujo. La soberanía reclamada para ganar su referéndum está hecha unos zorros, como evidencia la imposición de que la cámara, residencia del poder soberano del pueblo, tenga que aprobar en esta misma semana los ajustes y recortes que ha terminado ofreciendo… y algunos más.
Fuera, en nuestro caso por poner un ejemplo, la realidad puede poner muchas cosas en su sitio, y también a algunos personajes crecidos en el cenagal del cabreo alimentado por la crisis y una partidocracia sin sentido.
Menudo papelón el de Tsipras y amigos.