En español el uso de las palabras en sentido distinto del que propiamente les corresponde se denomina tropo. Por ejemplo, la sinécdoque que el DRAE define como extender, restringir o alterar de algún modo la significación de las palabras, para designar un todo con el nombre de una de sus partes, o viceversa. Un caso, confundir el Barça con Cataluña.
Tomar la parte por el todo es la figura más habitual en los políticos totalitarios. Como aquellos caudillos nazis o comunistas que hablaban del pueblo alemán o ruso como si les perteneciera –algo similar tuvimos aquí por los años 40 y 50 del pasado siglo- y que hoy florece en los dirigentes del islamismo radical, del chavismo venezolano y en otros residuos leninistas.
Incluso pequeños líderes emergentes se permiten arrogarse la voz del pueblo reduciendo a la categoría de “casta” a la mayoría de hombres libres. Y qué decir de Mas, el aprendiz de caudillo catalán que ayer se levantó soñando en inglés: «If you want to go the American dream, go to Catalonia«. ¿Sabrá el personaje de qué va el sueño americano?
El american dream tiene poco que ver con la independencia de Washington y mucho con el esfuerzo como fuente de oportunidades; va de ciudadanía responsable, solidaridad, acceso a la riqueza y hasta a la Casa Blanca de cualquier ciudadano, incluso negro. Ese es el sueño americano; ¿por dónde le toca todo ello a Más, Junqueras y mariachis varios que les hacen la ola?
Eso de confundir palabras tomando el efecto por la causa es otro tipo de tropo, la metonimia, Cuando Mas habla de que para soñar en americano hay que ir a Cataluña está diciendo una patochada más de las que acostumbra al manifestarse. Como el “vengo en son de paz” que espetó hace un par de días en la residencia real.
Un sujeto que no sabe comportarse, como es el caso, no vale ni para presidir el Barça; algo más que un club, como dicen sus socios, pero mucho menos que Cataluña.
Peligrosa senda la abierta por los que aspiraban a presidir la sociedad deportiva al comprometerse públicamente con la secesión como aval ante las urnas. Por ese camino venderán camisetas de Messi y Neymar en Brasil y Suráfrica, hasta puede que alguna en China, pero pocas en la península ibérica, que es donde las aficiones defienden sus colores.
Pues el sujeto que no serviría ni para gobernar el Barça, está presidiendo la Generalitat catalana, algo infinitamente más que un club. Y ahí sigue, pidiendo votos para alcanzar el american dream sin que nadie acabe de despertarle y ponerle en su sitio.
Mal debe de andar la sociedad catalana para asistir impávida a tanto dislate.