Entre tantos imbéciles como afloran estos días -anda que el diputado aragonés de Podemos que confiesa como referentes políticos la lucha del ejército zapatista de liberación nacional en Chiapas y pide la disolución de la policía nacional y demás fuerzas opresoras- la actualidad trae noticias que reconfortan. Saber que hay instituciones que funcionan en defensa de los ciudadanos, o consumidores, tonifican el espíritu cívico.
Entre ellas la CNMC, en cristiano la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. En sus dos años de vida ha descubierto y sancionado a catorce cárteles por atentar contra la libre competencia. Ya saben, aquello de reunión de pastores, oveja muerta.
La última operación, saldada con multas de 57 millones largos, ha recaído sobre fabricantes de cartones y embalajes, incluida su Asociación nacional. En lo que va de año las multas a diversas empresas coludidas alcanzan los 200 millones.
Entre ellas hay operadoras de telecomunicaciones, gasolineras, servicios de recogida de basuras, distribuidores de automóviles, negocios en suma en que parte de sus proveedores concertaron precios y tarifas para burlar las leyes de la libre competencia; o sea, el derecho de los consumidores a elegir las mejores condiciones en un mercado abierto.
¿Qué piensan de todo esto los podemitas y demás hirsutos protagonistas del cambio político? Sería interesante conocer algo más de lo que cabe deducir de sus afinidades manifestadas. El ciudadano necesita saber hacia qué mundo quieren llevarnos estos renovadores hacia atrás.
Ayer Iglesias mentía como un bellaco sobre los renuncios, aparentes por ahora, de su amigo Tsipras y, el partido hermano; se ha mantenido en sus trece, lo que indica que el que resiste gana, vino a decir. Lástima que a la misma hora, el ala izquierda de Syriza, su partido hermano, denunciara el plan de ajuste presentado a la UE como peor que un rescate.
Sean los griegos, los chavistas del Maduro que convocó elecciones alertando de que se echaría a la calle si ganara la oposición, o los zapatistas de Chiapas que hace veinte años trataron de acabar con la Constitución y establecer en México una democracia participativa, como referentes ninguno de ellos tiene precio. Pues ahí se miran estos personajes instalados en los gobiernos de ciudades como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Cádiz, etc.
Pero no todo son desgracias, insisto. Los españoles así lo deben entender cuando las reservas de nacionales para vacacionar este verano han aumentado hasta un 15%. O cuando las ventas de coches han subido más del 21% en los primeros cinco meses del año: noventa y cuatro mil matriculaciones, o sea más de seiscientas diarias.
Y con el IVA encima, la industria cinematográfica española recaudó el último año 123 millones, record histórico. Como la venta de libros en la Feria de Madrid, 8 millones, un 6% más que el pasado año; o el millón y medio de ejemplares en el día de la rosa y San Jorge en Barcelona.
Y en investigación, uno de los sectores más frágiles de nuestro sistema, España solicitó el último año 1.722 patentes internacionales, un 7,5% más que en el año anterior, un tercio originadas en universidades.
En fin que, pese a tantas protestas y apariencias, no todo son desgracias.