Lo superará, porque a la postre casi nada es verdad, pero la presidenta en ciernes de la Junta habla de anticorrupción, honestidad y demás cosas del momento en una cámara presidida por un socialista sancionado por la Audiencia Nacional con una multa de 44.000 euros por haber participado en la quiebra de Cajasur, de la que era consejero. Y a don Juan Pablo Durán, del partido de toda la vida y secretario General del PSOE cordobés durante los últimos siete años, ahí le puso doña Susana Díaz, para dejar atada y bien atada la mesa del parlamento andaluz.
¿Pretenderá engañar a alguien con su programa de lo que quiere la gente, que esa es la piedra angular de toda su construcción ideológica?
Es lo que tienen los programas, electorales y de investidura, que sólo los lee el encargado de convertirlos en un decálogo de cosas de cajón con que la mayoría suele sentirse acorde. La simplificación comienza por repasar los medios y alguna encuesta para creer saber cuál es el objetivo a conquistar. Y por ello todos acaban diciendo cosas similares; leído uno leídos todos, incluso el de los bolivarianos a la nórdica.
La aspirante a seguir apacentando a sus votantes tiene capacidades para despegar del suelo en que se ha criado; lo ha demostrado en ocasiones con sus juicios y tomas de posición. Pero la realidad de los hechos no avalan su candidatura: al cabo de casi dos años de gobierno los parámetros de su región no han mejorado un ápice, y haber arrancado una dimisión a plazos a sus dos predecesores imputados es demasiado poco.
Por edad y posición en su partido ella podría incorporarse a la emergente ola de la regeneración. Dejaría sin sentido a quienes les amenazan por ambos flancos, sobre manera por el izquierdo; incluso podría convertir en éxito su fallida estrategia al disolver la legislatura antes de tiempo. Alguien de su mismo partido asumió hace años los retos que entonces enfrentaban.
Esa es la función del político que llaman estadista, especie en trance de extinción durante demasiados años ya, tantos como para que los alevines que puedan surgir no corran el riesgo de ser tomados por ilusos. Lo otro, la imagen, dura poco más que un periódico en ser leído.