Lo malo del paso del tiempo es que deja al descubierto las chapuzas, malas artes y demás sin sentidos que en su día fueron perpetrados por quienes se ven luego obligados a tragar su propia medicina.
La lista más votada; esa es la cuestión.
Hace meses Rajoy puso a prueba de consenso la idea de establecer por ley el principio de respetar el derecho preferente de la lista más votada al gobierno de una alcaldía o comunidad. Los oponentes, es decir, el resto de las formaciones, dijeron que verdes las habían segado (expresión montañesa).
La respuesta de los partidos emergentes y marginales difícilmente iba a ser otra cuando su minuto de gloria lo tienen cifrado en ejercer el nobilísimo papel de la bisagra, ese herraje articulado que permite abrir o cerrar las puertas para dar o impedir el paso.
Pero que el otro partido de gobierno desechara destempladamente la propuesta sólo es comprensible cuando sus decisiones son dictadas por un estrecho cortoplacismo, sin que quede un resquicio para el análisis sereno del interés general de la sociedad. E incluso los suyos particulares, como ahora se ve.
Sólo hace dos meses, en una entrevista televisada, Sánchez explicaba su negativa de la manera más peregrina posible, a la par que clara. No debe gobernar siempre la lista más votada, decía, porque el PP ha cortado todas las vías de diálogo y será incapaz de forjar nuevos acuerdos. ¿No resulta glorioso? De ahí a la reedición de aquel Pacto del Tinell que socialistas, comunistas y republicanos independentistas firmaron hace unos años en Cataluña no media un paso. Parece que la eliminación de los cordones sanitarios no entra en la regeneración de la democracia y sus usos. Vergüenza.
Pero hay otra cuestión, que es la que ahora reclama la atención. Y es que ayer, el mismo Sánchez reprochaba a Rajoy que no permitiera el gobierno de la lista más votada en Andalucía. La amonestación tiene una triste moraleja.
La lista más votada debe gobernar sólo cuando es la nuestra, está diciendo sin decir el autoproclamado regenerador del partido que hace menos de cuatro años birló la presidencia de la Junta a los populares. El partido más votado quedó entonces a falta de un escaño de la mayoría absoluta. Hoy la señora Díaz, heredera de aquel Griñán que se sentó en San Telmo con un vicepresidente comunista, encabezaba la lista más votada pero ¡ay! le faltan ocho escaños para la mayoría… y no encuentra novio.
Pocos dudan de que Susana Díaz acabará sentándose en el sillón del que se apeó por error, y por sólo atender a su propio interés personal. Tal vez eso ocurra mañana mismo, o una vez pasadas las elecciones locales de finales de mes, que quizá sea lo que le gustaría a Sánchez, su rival.
Pero mirando un poco más allá de las narices de cada cual ¿por qué no prever que situaciones de este tipo se resuelvan en una segunda vuelta entre las dos formaciones más votadas?
Porque no hay prevision, sus actitudes son otras ….