Tenía que llegar, y llegó. Uno a uno, los amigos y promotores del tinglado de Iglesias, Monedero y demás progres de mi facu van descubriendo su mala calaña. Hace unos días, Maduro, ayer Tsipras, el socio griego, y siempre el mismo leitmotiv: un eje del mal. ¿Sobre quién cargarían las culpas de su incompetencia los bolivarianos que nos han crecido aquí, de salirse con lo que las encuestas cuentan?
¿Se los imaginan resucitando aquello tan bonito de la conspiración judeomasónica? No sería un estreno pero gracioso sí que es.
Y como eje del mal tampoco estuvo mal el que formaron Wojtyla, Reagan y Thatcher y para acabar con el imperio soviético, pero ya no están en activo. Lástima no poder echar mano de ellos.
Porque quedarse en la Comisión, el BCE y el FMI, los agentes de ese brillante concepto del austericidio, ya lo han trillado demasiado; y además tiene menos encanto que la macroeconomía de Rajoy.
Pero siempre les quedaría una tercera vía: inculpar de todo al resto del país, socialistas, conservadores, liberales y mediopensionistas, y a la casta que los representa. Es lo que hace Maduro en la Venezuela que a ellos tanto les debe, y que debería servir de ilustración para percatarse aquí sus admiradores de hasta dónde pueden llegar los efectos de sus servicios: a perderlo todo, desde el pan hasta las libertades pasando por la dignidad.
Al tiempo: el sinvergüenza que los griegos han puesto al frente de su Gobierno organizará dentro de poco manifestaciones populares de apoyo a sí mismo, como todos los líderes de democracias con apellido –sea popular, orgánica, justicialista, bolivariana o nacionalsindicalista- han hecho a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo. Desde los fastos de Hitler o las movilizaciones de Mao para tapar con su Gran Revolución Cultural el fracaso del Gran Salto Adelante, hasta las de Chávez y Maduro, pasando por la de Franco en la Plaza de Oriente madrileña o las de Fidel Castro en el Malecón habanero.
La falta de vergüenza para andar por la vida, cosa que no conviene confundir con aquel ir ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar que escribió Machado, facilita a estos movimientos radicales el hacer y deshacer a conveniencia. Así, los progres de la facu de Políticas de la Complutense podían ayer llamar a la revolución como hoy se dicen socialdemócratas; con un par. Y con otro, el amigo griego que incendió las urnas contra la troika, dijo amén la pasada semana a la misma troika mientras ante su pueblo presumía de haber burlado a la dichosa troika. Pero como aquello no llegaba a convencer echó mano de su pequeño eje del mal: Madrid y Lisboa.
A nuestras urnas les viene bien el destape de esta panda de sinvergüenzas. Eso sí, para no confundir al personal convendría que algunos otros se estén quietecitos. Como Zapatero, expresidente de infausto recuerdo a quien tras su periplo caribeño sólo le falta darse ahora una vueltecita por Irán. Jesús, lo que hay que ver.