Las urnas andaluzas permiten lecturas diversas: el bipartidismo no está tan muerto. Socialistas y populares pierden votos en favor de los comunistas antisistema y de los amigos de Rivera, y, como estaba cantado, IU se diluye. El resto, no cuenta.
Los resultados de los dos grandes partidos fueron previstos con rara precisión por el último barómetro del CIS, una desviación de un punto abajo en el porcentaje de votos en ambos casos entra en los márgenes técnicos de error admisibles. Pero no así en los casos de los dos recién llegados. A Podemos le otorgaba cuatro puntos más y a Ciudadanos cuatro menos.
La realidad ha desmentido ensoñaciones como las del Observatorio de la SER que anunció este mismo mes un empate virtual a cuatro, con los de la coleta en cabeza, 23%, seguidos a un punto por los populares y en tercera y cuarta posición socialistas y ciudadanos empatados a 19%. Ni una.
En resumen, lo sucedido es que pese a las pérdidas votos -medio millón el PP y cien mil el PSOE- entrambos suman dos millones y medio, lo que significa un 63% de los votos recogidos por todas las formaciones.
A golpe de demagocia y envuelta en la bandera verdiblanca Susana Díaz ha ganado sus primeras elecciones, se ha sacudido el lastre de los comunistas de IU al tiempo que cortaba el avance de los otros, los de la coleta. Los populares han salido escaldados; su proverbial incapacidad para el juego político es la explicación única de la entrada en sociedad de C’s.
En Andalucía, el fenómeno Rivera es fruto crecido a la sombra del rechazo que suscita Rajoy. Las encuestas son pertinaces; no serán el evangelio pero la tendencia que manifiestan sí comienza a parecerlo. Haber cifrado el éxito de un partido en el Gobierno en ganar la guerra a la crisis se revela como un error cada vez más difícil de enmendar.
Cierto es que faltan meses, pueden ser diez, para ajustar en las elecciones parlamentarias el saldo de la legislatura, también que la economía puede seguir abriendo oportunidades al empleo y demás, pero ¿dónde esconder la corrupción de tanto sinvergüenza alojado en su entorno durante años, dónde aparcar tantos portavoces insensatos, de dónde sacar las caras nuevas que el país está esperando y Rivera ofreciendo?
Rajoy ha ganado la guerra contra la crisis, tan cierto como que Churchill ganó para el Reino Unido la segunda Guerra Mundial… y a los dos meses perdió las elecciones frente al laborista Attlee. También es verdad que recuperó el poder seis años más tarde, pero este país nuestro no está hoy, tiempos de cambio, como marchar cojitranco por la ausencia de uno de sus grandes referentes político-sociales. Ni tampoco para desandar lo recorrido.
Rajoy dispone de los méritos y autoridad suficiente como para romper dentro de su propio partido la inercia que puede llevarle de fracaso en fracaso, elecciones andaluzas, pronto regionales, quizá luego catalanas, hasta la derrota final. Si no lo hace, el problema acabará siéndolo él.
Su gestión para salir de la crisis ha sido meritoria, pero las urnas son menos generosas que la Historia.