Sin salir del catalán, a los ridículos mantenedores del coñazo secesionista podríamos recomendarles aneu a la merda. Un tanto escatológico, sí, pero dejarían de darnos la tabarra con tanta estupidez como van sacando de su vieja maleta de viajantes transformada en valija diplomática. Ahora, los ejércitos; tierra, mar y aire, nada menos. ¿Alguien da más?
No cabe en cabeza humana tanta estupidez. Que una parte del país siga perdiendo el oremus, como en ello andan empeñados los próceres pujolistas y sus costaleros republicanos, resulta chusco; simplemente chusco. En su particular melopea pueden llegar a pensar que estamos al borde del pánico tras el incesante goteo de sus ocurrencias para fer país; inocentes. Son incapaces de pensar que lo que realmente provocan es vergüenza ajena. Y lástima.
La misma pena que incitan los socialistas de allí, siempre tan dispuestos a aplicar cataplasmas sobre las heridas abiertas en la sociedad catalana… y en la de España toda. Que esa es otra. ¿O es que a Pedro Sánchez no le duele la situación creada? Pobre si piensa que todo se resuelve abriendo un período constituyente…
No nos merecemos esto; ni lo de los ejércitos nacionalistas ni lo del federalismo socialista; y menos ahora, cuando los españoles estamos demostrando al resto de Europa cómo ha merecido la pena el ajuste realizado con sangre, lágrimas y sudor, sí, pero sobre todo con esfuerzo –que es lo que Churchill dijo “blood, toil, tears and sweat” y aquí siempre olvidamos-.
No caigamos en la tentación de imaginar que algunos puedan pensar en que cuanto mejor vaya el país peor pueda irle a ellos, sean secesionistas, opositores o justicieros cantamañanas.