Tener noticia de los primeros votos contados en Grecia y llamar a sus socios para confirmar que adelantaba un año las elecciones andaluzas fue todo uno. Susana Díez, que sólo piensa en Andalucía como ha reiterado en la última semana para aplacar a los empleados de Ferraz, no quiere conceder a Podemos ni un día más de lo que los reglamentos establecen. Cogió el teléfono llamo a Maíllo, su amigo en IU, y punto final.
Además qué pinta ella del brazo de un tal Valderas que como buen comunista está condenado a ser engullido por los de Monedero, Iglesias y demás gurús de la dictadura bolivariana.
Y, por último, quién dice por ahí que tengo alergia a las urnas, incluidas las del propio partido; pues se van a enterar. Mejor ahora que nunca. Y volvió a tomar el teléfono para contarle a Sánchez lo que había confirmado a sus socios.
Es más, habrá seguido cavilando, ahora ganamos seguro, cosa que no pudo conseguir el partido hace tres años cuando Griñán perdió frente a Arenas. Me quito de en medio a Alaya y los EREs. Con los populares huérfanos de padre y madre, no hay peligro. Y los de la coleta tampoco lo tienen claro; su eurodiputada y aspirante a encabezar ahora el cartel en Andalucía, una tal Teresa Rodríguez, no es precisamente amiga de Iglesias…
He ahí la primera consecuencia que el triunfo de Tsipras y su coalición Syriza ha tenido en nuestro país. Los grandes partidos se tientan la ropa.
El socialista ve en peligro su propio ser. Las averías que su último presidente del Gobierno español produjo en el sistema durante sus dos mandatos han costado tres años de penalidades y aún subsisten las heridas causadas entre sus parroquianos. El fracaso de dos secretarios generales en la reconstrucción del proyecto, el segundo en curso, sería demasiado como para disponer de mucho tiempo más. Ese será el reto siguiente de Susana Díez… aunque ella diga que no quiere salir de su Andalucía.
El popular está enfrentado a otro riesgo: ser desalojado del Gobierno, cuestión ésta que en las actuales circunstancias trasciende de los intereses del propio partido cuando la posible alternancia se abre a un movimiento antisistema sin responsabilidades contrastadas más allá de la Venezuela chavista. Por ello se vio obligado a lanzar sus dardos sobre el espectro de Podemos en la Convención Nacional que celebró el fin de semana.
Ver cómo evoluciona Tsipras va a resultar interesante. Podrá comprobarse la distancia que puede mediar entre la dura realidad y la blanda demagogia con que se barre el voto del cabreo. Que sus primeras palabras hayan sido para anunciar que la troyka es cosa del pasado no tienen tanta relevancia dichas en la melopea de una noche triunfal; no presagian nada, ni para bien ni para mal.
Viviremos de cerca una experiencia de la que saldrán enseñanzas útiles para todos. Cartas Griegas serán escritas con el ánimo de alumbrar nuestra propia realidad, como Montesquieu hizo en la Francia de Luis XV cuatrocientos años atrás con sus Lettres Persannes. Y ellas ilustrarán al resto de los europeos de las consecuencias de jugar con fuego. Sobre todo a nosotros.
Y es que, como dijo aquél, no hay mal que por bien no venga.