“Todos somos americanos”dijo en español el presidente Obama. El bloqueo no ha funcionado, para todos es mejor abrir un nuevo tiempo de normalidad en el que además de turistas y dólares, la información libre pueda tener acceso a la isla de los Castro y sean restaurados los derechos ciudadanos. Pero todo ello «no es fácil«, dijo también en español.
Tras el anuncio que los presidentes de Estados Unidos y Cuba hicieron simultáneamente desde Washington y la Habana, cadenas norteamericanas como la CNN retransmitieron el discurso del cubano; la televisión cubana emitió una película añosa en la que se recordaba los tiempos de la Revolución. Fue sólo un detalle, pero significativo de la distancia que separa ambos mundos.
En la democracia norteamericana la normalización de relaciones está pendiente del cambio de las leyes que levantaron el aislamiento. Castro, que no precisa de mayores trámites, dijo a sus paisanos que el presidente americano podía anularlas con sus poderes especiales. Dos mundos… por el momento.
Las autoridades norteamericanas tratarán de acelerar el paso y las cubanas de frenarlo; va en la naturaleza de sus sistemas.
Pero no cabe duda de que el levantamiento del embargo acabará derribando algo más profundo que unas viejas fronteras. Oficialmente el Muro de Berlín era denominado en la Alemania del Este, Muro de Protección Antifascista. Aunque su objetivo primario fuera impedir la escapada de aquel paraíso, el aislamiento también perseguía inmunizar al sistema frente a los efectos letales que la libertad ejerce sobre las dictaduras.
En Cuba el proceso será largo, pero no tanto como para que su final no lo viva el propio Raúl Castro. Más allá del natural orgullo nacional y de la palabrería aneja en estos casos, él sabe que ha abierto la puerta a un camino sin retorno. En su propio régimen tiene elementos preparados para iniciar la transición; algunos se saben de memoria el caso español. No tendrán a su favor la existencia de una clase media consolidada, de infraestructuras para el crecimiento o de un nivel económico y de bienestar suficientes, pero a diferencia de aquellos años setenta del pasado siglo, hoy un potente catalizador acelerará el proceso: las comunicaciones de la sociedad red de nuestro tiempo.
Los cubanos habrán de vacunarse del síndrome Bahía Cochinos, como aquí lo hicieron los españoles que vivieron la guerra civil. Al cabo de medio siglo, los dólares y viejos títulos de propiedad de unos y los derechos adquiridos de los otros no pueden ser utilizados para levantar trincheras cuando ambas partes tienen un futuro común por conquistar.
Se cierra hoy un episodio de la guerra fría, el conflicto de los misiles, que a punto estuvo de desencadenar una tercera conflagración mundial. Y con él se abre en el continente americano un nuevo horizonte.