El presidente convocó a la prensa por cuatro razones. La primera, porque no podía seguir ausente; la segunda, para explicar sus claves de actuación frente a la crisis catalana: proporcionalidad, mesura y legalidad; la tercera, un mensaje al PSOE: expliquen lo de la reforma federal; y por último, otro a Mas: trabajen contra el paro, no al «referéndum en serio» que le solicita ahora, y que si quieren cambiar la Constitución, envíen desde el parlamento catalán una propuesta en forma de proyecto de ley.
Y eso lo cubrió con eficacia. Recordó que su objetivo en la legislatura es el crecimiento y el empleo, que tensiones como la creada por la Generalidad van en sentido contrario y, sobre todo, que Cataluña no sólo es el tercio que se asomó a las urnas de cartón.
Fue más claro de lo que acostumbra, como también poco imaginativo. Previsible. Ningún conejo en la chistera. Ningún paso adelante con que dar alguna confianza a los ciudadanos que algo esperan del Gobierno. A veces, incluso milagros.
El personaje sigue una hoja de ruta que sería comprensible, incluso compartida, si la explicara cada cierto tiempo. No le ha tocado una legislatura sencilla; al contrario, quizá la más complicada de la democracia. Por ello debería recabar apoyos en la sociedad poniéndose en la piel de quien sufre los efectos del temporal. Eso que la Real Academia define como la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro: empatía.
No se trata de hacer como que se hace, tal cual Pedro Sánchez cuya aportación última a la transparencia es hacer pública su agenda diaria, según él mismo dice “para que conozcáis dónde estoy y qué hago”. Y es que, además de las calamidades conocidas, el país sufre de una preocupante penuria de criterio en sus agentes políticos. Lo de la señoría magenta ayer colmó ya las ganas de exiliarse cuando reprochó al presidente que no hubiera ordenado a la policía catalana, los llamados mossos, impedir el pasado día 9 la siembra de urnas por los colegios catalanes.
Y qué decir con la réplica de la vicepresidenta tercera del Congreso, la popular catalana Dolors Montserrat, a la portavoz de Libres e Iguales y también compañera de escaño y partido, Álvarez de Toledo, advirtiéndola que “quienes tenemos legitimidad para hablar de Cataluña somos los catalanes, y en el caso concreto del PP, Alicia Sánchez Camacho, el presidente Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal, y nadie más.”
Ante manifestaciones de tenor tal sólo cabe aquello de “el último que apague la luz”.