Rozan el insulto, unos y otros, tratando de conservar los muebles viejos como si la carcoma no asomara por los rincones. Que Cospedal diga que su partido ha hecho todo lo que podía hacer es tan estúpido, o cínico, como que Sánchez abogue por un espíritu de pacto mientras su segundo niega toda posibilidad de acuerdo con los populares. Y por ahí van las cuarenta y cinco medidas de que habla don Cayo, que también tiene varios décimos premiados en esta lotería de la corrupción sin que nadie haya devuelto lo ingerido. De los demás, qué decir…
La amenaza de la toma del poder por los bárbaros, o bolivarianos, no es el gran problema que exige reparar los destrozos. El mal está enraizado en la propia sociedad en su conjunto. Encontrar un español que nunca haya burlado una obligación fiscal es seguramente empresa más ardua que la de Diógenes y su farol buscando un hombre honesto en la Grecia clásica. ¿Con IVA o sin IVA?
El nuestro no es país de escrupulosos fiscales, que de esa moral no trataban los catecismos en demasía; ni tampoco de tradiciones democráticas. La corresponsabilidad no es característica dominante en la ciudadanía nacional. Cuando la suerte suplanta al mérito el esfuerzo se torna gravoso. Aquí de calvinismo, nada.
La espuma del dinero fácil asomó aquí por los años noventa, pero ha sido en la segunda mitad de la última década cuando cuajó hasta deslumbrar a los más sinvergüenzas del patio. Visto cómo se derrochaba dinero público en aquellos planes E para adoquinar las cunetas de nuestra geografía; con que desparpajo se aprobaban planes de regulación de empleo; los ayuntamientos recalificaban y volvían a calificar terrenos y suelos empapelados con billetes de 500; campañas electorales sin límite de gastos; vista, en fin, la impunidad dominante en aquel mundo de vino y rosas, la corrupción ha terminado por anegar demasiadas estancias de la casa común.
La falta de ejemplaridad, la carencia de sensibilidad que muestran los líderes sociales es incomprensible. Acabarán expulsados de la escena por la fuerza del instinto de conservación que sacudirá a quienes se nieguen a seguir chapoteando en el lodazal.
¿Acaso no tienen ojos con los que ver, ni oídos para escuchar?