Además de lo que viene sucediendo en la superestructura política catalana, donde la ficción es tan clara como oscura la realidad por llegar, la actualidad se está convirtiendo en una especie de déjà vu a tenor de lo que cuentan las noticias. En las costas del norte europeo parece que se ha perdido un submarino ruso, y en el oriente próximo a Obama le ha dado por armar a los kurdos para que luchen contra los radicales musulmanes. Hollywood vio antes todo ello.
Hace catorce años, nada menos, la industria de ficción más importante del planeta Tierra juntó a Sean Connery, Alec Baldwin y otros para llevar a las pantallas la novela de Tom Clancy “La caza del octubre rojo”. Era el final de la guerra fría; el deshielo y las ganas de vivir libre y pacíficamente hacían desertar a un ilustre comandante de la armada soviética que con su submarino nuclear acaba refugiado en una bahía norteamericana gracias a los auxilios del analista de la CIA Jack Ryan. Si no la vieron, se lo recomiendo.
Que a Putin se le haya perdido un submarino tiene poca gracia en este mundo en el que los locos proliferan como las setas en otoño. Los suecos lo buscan desesperadamente en las inmediaciones de Estocolmo, las autoridades rusas dicen que no han perdido nada pero los servicios de vigilancia suecos han captado mensajes en ruso. Y se dice que un buque de rescate ha salido de San Petersburgo. Tal cual la novela; sólo falta que, como en la película, ése u otro submarino acabe saltando por los aires.
Lo otro, lo de Obama es bastante similar a la idea que tuvo el congresista demócrata Charles Wilson, veintisiete años seguidos en el Capitolio: suministrar armamento a los afganos para frenar la invasión soviética en aquel país. Aquella ayuda encubierta logró echar a los rusos, e influir a la postre en la caída del régimen comunista.
La llamada Operación Ciclón fue un éxito bélico y una catástrofe política. La falta de ayudas ulteriores para dotar de escuelas a la población liberada dejó las puertas abiertas a la conversión de aquellos amigos, señores de la guerra, en los talibanes actuales. Hoy Obama paga y arma a unos terceros para remediar aquello que abandonó nada más ocupar la sala oval. Y es que este hombre tiene cosas que recuerdan a aquel Zapatero nuestro.
“La guerra de Charlie Wilson”, es título de la película que en 2007 dirigió Mike Nichols, con Julia Roberts, Philip Seymour Hoffman y Tom Hanks encarnando al propio Wilson, quien moriría dos años más tarde.
Y qué decir del Jesucristo Superestar que nos ha salido en el coso cubierto de Vista Alegre. Un hombre dispuesto a inmolarse por un pueblo, al que sus guardaespaldas vitorean detrás como a un nuevo mesías en una plaza semivacía. Patética secta en la que el ideólogo de cámara habla de los de arriba y los de abajo en su propio partido: “No pidáis unidad aquí arriba si no la habéis construido abajo”.
Y no se pierdan esta otra observación: “El populismo hay que entenderlo como un momento destituyente, no como las bases del proceso constituyente… Cuando el triunfo llegue, el populismo se retirará y dejará paso a nuevas formas de institucionalidad”. ¿No es asombroso que esta amalgama de clasismo y populismo cautive precisamente a “los de abajo”, y consiga el seguimiento de tantos hacia esas “nuevas formas de institucionalidad” que ya determinaremos los de arriba? Jorge Semprún y Costa Gavras comenzaron a contar en “Z” y terminaron en “L’Aveu” –La Confesión– lo que llega a ocurrir en circunstancias parejas. Y pensar que los hay empeñados en regresar a aquellos paraísos comunistas…