Es portentoso. El calor con que siguen los secesionistas catalanes la derrota de sus colegas escoceses resulta conmovedor. Tanto como la memez de reducir lo que venía siendo el referéndum para la secesión a mera consulta; a una encuesta de opinión, vamos. Y con ello creen que cumplen con la legalidad; la que han pretendido construir con su ley de consultas y el inestimable concurso de los socialistas de Sánchez. Lástima que tanta gente otrora laboriosa siga perdiendo el tiempo y el dinero que no tienen, y soportando al clan político que los arruina.
La recreación histórica que hasta hoy siguen costeando no les ha curado de esa extraña pulsión hacia la derrota. Y por si no tuvieran bastante con las suyas, ayer se fueron a Glasgow y Edimburgo para celebrar la de sus amigos secesionistas que gobiernan aquella región.
Realmente tienen razón cuando dicen que el problema escocés no es el suyo. De hecho, Alba –nombre en gaélico escocés de la Scotland oficial- fue un reino independiente hasta el Acta de Unión de 1707 que sirvió a Escocia para beneficiarse de los subsidios ingleses con que pagaron el fracaso de una fallida colonia en Panamá. Así nació el Reino Unido de la Gran Bretaña.
Lo nuestro ocurrió mucho antes, más de dos siglos. En 1479 se produjo la unión dinástica de las dos coronas, la de Castilla y la de Aragón, reinos que conformaban la Hispania de la romanización y que durante los siglos de la Reconquista retomaron conciencia comunitaria desde sus respectivas singularidades.
Que el curso de esa larga historia pretenda ser desviado por un aprendiz de brujo resulta patético.
¿No habrá sentido el respiro de toda Europa por el 54-43 con que los escoceses han cerrado el problema? Aquí lo celebraron esta mañana las cotizaciones de CaixaBank y Gas Natural, sus dos grandes en el IBEX35.
De derrota en derrota hasta el hundimiento final. “Salimos reforzados… Es más importante haber celebrado el referéndum que la propia independencia… Escocia nos ha mostrado el camino” ha declarado Mas con solemnidad. El perfecto retrato del tonto que se queda mirando el dedo que le señala la luna.
Para camino, el que ha mostrado Salmond dimitiendo por la derrota. El de aquí, muy español, erre que erre. ¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?