Pero hubiera estado mejor callada. Aquí nos preguntábamos ayer por los silencios de Susana Díaz ante los síntomas de corrupción que asfixian la Junta que preside. Y hoy ha hablado para decir que confía en la honestidad de sus predecesores inculpados ante el Supremo Griñán y Chaves,. En su radio de Canal Sur se ha interesado porque “el Supremo ponga, cuanto antes, blanco sobre negro qué ha pasado” en los múltiples casos de corrupción allí registrados, para que “paguen quienes de verdad se han llevado el dinero público”.
Los que se lo han llevado ¿todos? ¿Pero, además, qué hacer con quienes se lo dieron, pasaron o facilitaron, señora presidenta?
Quienes organizaron el sistema para crear el fondo de reptiles sin control presupuestario, quienes dispusieron de lo que no era suyo para beneficiar amigotes o comprar votos, quienes tuvieron el tupé de destinar fondos destinados a desempleados a putas y cocaína, todos aquellos que han participado en aquel sindiós ¿se irán de rositas, señora presidenta?
Y algo debería tocar también a quienes sabiendo lo que ocurría callaron, miraron para otro lado, dilataron investigaciones o cuando llegaron a sus nuevos despachos no quisieron saber de lo que en ellos hubo ¿verdad, señora presidenta?
Decir que “seré implacable contra la corrupción” no puede quedarse en calificar de impresentable o deleznable el proceder del ex consejero de Hacienda Ojeda, por ejemplo. ¿Hablando en serio, señora presidenta, llegaremos a ver eso tan fuerte de que «quien la hace la paga”, como ayer anunció en su radio?
Y no se escude en que hace unos meses le pidió a Rajoy un pacto nacional contra la corrupción, porque cuando el gobierno de ese señor, que también carga con lo suyo, puso sobre la mesa proyectos de ley sobre la Transparencia, el Estatuto del alto cargo y el Régimen económico, fiscal y financiero de los partidos políticos, el suyo ha vuelto a ponerse de perfil.
Doña Susana, aún no se ha despegado de la sombra de aquel taimado presidente norteamericano Richard Nixon, que pasó a la historia no por romper el hielo con China, ni por cerrar la guerra del Vietnam, sino por el escándalo Watergate. Es lo que pasa.