No para de decir tonterías. El capataz del pujolismo que funge de presidente de la comunidad autónoma catalana tiene cosas de barquero. Ayer explicó que hará la consulta sí o sí conforme a la legalidad… catalana. Y que la legalidad catalana se la dan sus leyes, que serán leyes mientras el Estado no las invalide. La gallina.
El hombre aún no se ha percatado de que su proyectada ley de consultas nace escrita sobre una barra de hielo. Basta un leve soplo de calor para convertir barra y ley en agua de borrajas.
Jugar con el cumplimiento de la legalidad puede valerle para llegar como President hasta la diada el 11 de septiembre, pero los mozos de escuadra que protejan su acceso hasta el memorial de Casanueva aquel día pueden ser los mismos que un mes más tarde fuercen su salida de la Casa de los Canónigos, su residencia oficial.
Mas está aquejado del síndrome del mayordomo, o del ama de llaves; siempre más tiesos y solemnes que quienes les tienen confiado el cuidado de sus cosas. Lo sufren también algunos choferes que se decía antes, hoy mecánicos. Parece que no le basta ver a su patrón, a su padre político, arrastrado por los suelos como un Bárcenas cualquiera, incluso como aquel Ruiz Mateos que, superada la edad para entrar en prisión, se inculpaba de las tropelías que enseñó a sus hijos y éstos practicaban con la habilidad del padre en sus mejores años.
Los ciudadanos que viven en Cataluña se merecen algo más que ese señor empeñado en achicar el país, en multiplicarlo por menos en todos los sentidos, histórico, cultural, deportivo, económico… Curiosamente atiende por Mas, Artur Mas.